El humano ser despierta despojado de cadenas, con las que ha padecido en cotidianidad dando paso hacia la autonomía como superhombre..
Anteriores relaciones tensionaban la existencia versus liberación del superhombre
En el texto prólogo de Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie, el autor Nietzsche, F. introduce la lectura de la obra señalando que a Zaratustra, le interesa tanto su propio ser como los asuntos de la humanidad, por ello, se aleja por diez años para estar con sí mismo (allí crece en una nueva sabiduría), cuando vuelve o regresa, Él, anuncia sus hallazgos. Los hombres, es decir, los seres humanos, para dejar de permanecer enajenados, con el perfil, que Él significa como, el último hombre, caracterizado por las apariencias, por el temor a ser castigado por su Dios, por no aceptar las faltas, para superarse por su propia valía; o sea, el último hombre pierde la oportunidad que le concede la vida, la de ser libre, de ser autónomo, en tránsito por la vida, creciendo a partir de su propia vivencia, compartiendo en la tierra, hasta llegar al ocaso, su partida.
De ahí que, se aparta de las convenciones impuestas, donde simplemente, se rebela a aceptar ataduras sociales, trabas que enredan el propio existir, donde se permite no estar presto a que su Dios lo castigue, porque ese hombre renovado no lo va a permitir, ya que existe en autonomía, en las interacciones con lo terrenal, aprovechando la libertad y obviamente esperando el Ocaso, la partida, después del camino recorrido, luego de su auténtico tránsito.
Enfatiza el autor que, Zaratustra va al mercado, donde permanece la gente, habla de lo nuevos hallazgos, de dejar de vivir con las doctrinas de un dios que impide ser cada quien, en la tierra, que, por el contrario, al liberarse del castigo del Dios, por decidir existir en la tierra, esa autonomía, le permite disfrutar de la vida que es un mero tránsito hacia el Ocaso.
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