Zaguán Literario Zaguán Literario 05 | Page 37

pueden significar atentados contra la autoestima. También comienzan en la juventud los miedos a las pérdidas de los seres queridos como una posibilidad mucho más cercana y real. Este es uno de los cambios más radicales que podemos encontrar en la manera en que sentimos miedo las personas, porque por primera vez se pueden ver influenciadas por situaciones que vivimos en carne propia y que no queremos volver a experimentar algo tan fuerte e intenso como el duelo. Este momento cambió mi concepción de la vida por completo, porque cuando pierdes a alguien cercano te vuelves consciente de la fragilidad que tenemos: la vida se desarrolló en mí un pavor a perder a mis seres queridos y a perder mi propia vida. Me llena de angustia y frustración pensar en lo débiles que somos y que no podemos combatir el momento en el cual llega la muerte, pues es lo único en nuestra vida terrenal que no tiene remedio. Nos convertimos en adultos y empezamos a añadir cada vez más miedo al catálogo completo de cobardías que llevamos cargando desde la infancia. Comienzan a ser cada vez más complejos y difíciles de superar. Podemos decir también que son muy personales, pues cada quien experimenta sus temores de distinta manera, pero es al mismo tiempo interesante observar que la mayoría de las personas nos sentimos oprimidas por los mismos tormentos. Nos angustian situaciones en las que nos encontramos solos; sin seguridad y estabilidad económica; sin un trabajo, sin amigos ni familia; nos da miedo envejecer, nos da miedo morir o enfermarnos; no ser lo suficientemente buenos para algo. La imaginación desempeña aquí un rol muy importante también, pero un tanto diferente a como lo hacía cuando éramos niños. No nos ponemos a pensar en la posibilidad de que venga un monstruo a comernos o a jalarnos los pies, sino que la dejamos volar, a veces de manera infinita, para plantearnos escenarios verosímiles en donde nuestras peores pesadillas se hagan realidad. Si tenemos un familiar enfermo grave, le damos cuerda a la imaginación mediante el 37 que damos por hecho puede desaparecer en cualquier minuto. Y entonces