miedo y empezamos a pensar en cuánto tiempo le queda, qué haremos
cuando ya no esté y el sufrimiento que tendremos. En cierta medida, es
muy fácil dejarnos dañar por nuestros propios pensamientos sin medida.
En otro aspecto, el propio miedo también desempeña un papel importante
en el arte, pues es una manifestación de nuestra esencia misma. Es a partir
de los sentimientos que consideramos perniciosos y molestos como surgen
las obras de arte más íntimas, intensas y profundas. El poder representarlo
sobre un lienzo, palabras en tinta, partituras, esculturas o largometrajes,
lleva al arte a un nivel mucho más profundo. No se queda en el plano
superficial, sino que nos transporta hasta las entrañas de aquel que crea.
Es precisamente esa apertura a la oscuridad tormentosa de cada sujeto la
que nos hace conectarnos con él en una región recóndita e intrínseca de
nuestra especie, personal y colectiva.
Pero entonces, después de toda esta reflexión, ¿podemos concluir que
el miedo es nuestro peor enemigo o nuestro mejor aliado? La respuesta
depende de qué tanto lo dejemos apoderarse de nosotros, porque el miedo
es positivo en cierta medida. Al miedo podemos atribuirle el crecimiento
personal, porque cuando lo enfrentamos nos convertimos en personas
más fuertes. La clave está en no dejarlo crecer incontroladamente hasta
que nos envuelva y engarrote, porque salir de esa cárcel es cada vez más
complejo.
Nunca voy a olvidar cuando alguien me dijo alguna vez que debería estar
feliz de sentir miedo, porque el miedo es lo que nos hace sentir vivos. Y es
precisamente en ese momento en donde más terror sentimos. Es cuando
tenemos el corazón palpitando a mil por hora y escuchamos nuestra
respiración acelerada, que podemos sentir la misma vida corriendo por
nuestras venas. Es una ironía singular encontrar algo tan bello, penetrante
y profundo en un sentimiento incómodo que nos saca inmediatamente de
nuestra zona de confort. Si lo desconocido está ahí hasta el final, ¿no es
mejor opción aliarnos con nuestros miedos?
38