Zaguán Literario Zaguán Literario 05 | Page 27

María de Lourdes López para que “la muchacha” viviera allí. Pero como el servicio “de planta” está en extinción, el uso de los cuartos empezó a variar y las azoteas cambiaron de fisonomía. Seguramente todos, en algún momento de nuestra adolescencia, huimos a la azotea en búsqueda de ese espacio de soledad tan necesario como difícil de encontrar en la casa. La azotea ha sido refugio de corazones rotos, de lágrimas y enojos por los líos familiares, de amoríos secretos, de las primeras fumadas y seguramente de uno que otro conecte. Dicen que la ropa sucia se lava en casa, lo que quiere decir que no se deben andar ventilando problemas en público. Sin embargo, a la hora de la tendida se exponen al sol y a la vista de todos las intimidades de la vestimenta. Quienes viven en casas particulares se pierden de la experiencia de conocer a sus vecinos a través del tendedero. De la pareja que parece de bajo perfil aparecen un día, en el tendedero, gasas y encajes rojos; al vecino que sale tempranito a trabajar le descubrimos su pequeña colección de calcetines 27