Desde la azotea
Si uno ha tenido la fortuna de volar sobre la Ciudad de México y es
medianamente curioso, es decir, pide ventanilla y pega la cara al vidrio,
seguramente se habrá dado cuenta de la cantidad de trebejos, coloridos y
descoloridos, que viven abandonados en las azoteas.
Las azoteas son, en apariencia, partes poco importantes de las casas y
edificios. Nadie toma la decisión de vivir en un lugar por las características
de su azotea, sin embargo son escenarios de dramas humanos, vistosos
escaparates de ropa tendida o salas de exhibición de los objetos que por
alguna razón nadie tira a la basura, como partes de bicicletas, calentadores
rotos y botes de pintura con 10 años de añejamiento. Así como se planea
una exposición con la cantidad de objetos encontrados en el fondo del
lago de Chapultepec, podríamos hacer una gran instalación urbana con
los triques abandonados en las azoteas.
Hace algunos años, las azoteas eran los cotos de las trabajadoras domésticas,
cuando los cuartos de servicio se utilizaban para lo que fueron creados:
26