Zaguán Literario Zaguán Literario 05 | Page 19

tornó anaranjado supe que era momento de regresar. Además mis perros el camino de regreso a casa. Unas cuadras antes de llegar a nuestro hogar divisé a lo lejos un bulto, parecía una persona, pero la luz tenue no me permitía afirmarlo. Mi inquietud fue más grande que el miedo que pudiera tener, por lo que me acerqué cuidadosamente para asegurarme de que estuviera bien. Al encontrarme a una distancia en la cual la persona me pudiera escuchar, pero que fuera segura para mí, le pregunté si se encontraba bien. No obtuve respuesta alguna, lo intenté dos veces más y parecía que ni siquiera me escuchaba. Asustada me acerqué más para ver si estaba conciente o si simplemente había decidido ignorarme porque no quería mi ayuda. Intenté una vez más, pero en esta ocasión sacudí ligeramente su hombro y al ver que no reaccionaba me asusté, creí que estaba muerto. Tomé su pulso para comprobar si aún seguía vivo. Probé en su muñeca, pero no encontré nada. Lo busqué en su cuello, donde hallé un tenue pulso, casi nulo. Necesitaba hacer algo, porque si no actuaba rápido este hombre moriría frente a mí y realmente no quería cargar con ese peso en mi conciencia. Sabía que una ambulancia se tardaría años en llegar, por lo que preferí llamar a David, el portero de mi fraccionamiento. Seguramente él podría llegar más rápido que cualquier otro tipo de ayuda. Alterada lo llamé por teléfono y le dije que lo necesitaba, me aseguró que llegaría lo más pronto posible. Mientras esperaba a David traté de parar la hemorragia que tenía el hombre en el abdomen. Era un escenario impactante, una chica tratando de salvar la vida de un desconocido. Sin embargo nadie se acercaba a ayudarme. No pasé mucho tiempo sola, pues la ayuda llegó rapidamente. El noble portero estaba asustado, porque únicamente le dije que necesitaba su ayuda, pero no ahondé más. Por mi tono de voz debió asumir que algo me había sucedido a mí. Primero preguntó si yo estaba bien; le contesté que sí, pero que neceistábamos ayudar a aquel hombre. 19 ya estaban hambrientos y yo muy cansada, por lo que decidí emprender