dentro de la casa.
oyendo a la avioneta volar por los Gracias a Dios, nuestro hogar estaba
aires. De repente, un silbido; conocía intacto.
bien ese sonido. Y entonces, ocurrió
una explosión tan fuerte y cercana, ***
que hizo temblar todo. Jamás había La vecina, junto con su hija de
oído caer una bomba tan cerca. veinte años, nos sugirieron ir a la
El miedo se había apoderado de mí. estación de bomberos. Esta, junto
Me recargué en la pared y me fui con las iglesias, estaba funcionando
arrastrando poco a poco hasta el como refugio; pero mi familia y
suelo; estaba tan aterrorizada que, yo, aunque contemplamos la idea
pese a sentir las lágrimas caer por de
mis mejillas a montones, de mi boca permanecer en casa.
no salió ni un sonido. “Ya tiraron la Al final, ninguna vivienda de la
casa…”, pensé. cuadra quedó destruida ese día; sin
Ya estaba harta. Quería ir a sentarme embargo, la estación de bomberos
en la venta y que José me sacara de ahí, fue bombardeada. La señora y su hija
porque yo no hacía absolutamente nunca regresaron.
acompañarlas,
optamos
por
nada. Deseaba que las Martínez
volvieran para que me acompañaran ***
al parque para platicar y reír sin parar. Conforme pasaban los meses, la
Tan solo tenía dieciséis, yo no merecía situación en Matagalpa empeoraba y
nada de lo que estaba pasando. Nadie mi padre temía aún más por nosotros.
lo merecía. Por lo que un día, de forma repentina,
Milagrosamente, David volvió al nos dio la noticia de que junto con
cabo de unas horas, cuando ya estaba unos vecinos huiríamos a San Isidro,
anocheciendo. Nos dijo que lo mejor excepto él y mis tres hermanos Juan,
era ponerse manos a la obra y cavar Samuel y José. Eso sería hasta las
un refugio antiaéreo en el jardín cinco, cuando el anochecer impedía
en lugar de seguir escondiéndonos cualquier tipo de lucha. Mientras
15
Todos nos quedamos en silencio,