porque afuera era muy peligroso.
—¿Qué decís vos? ¡Si de los dos
bandos son amigos míos! —fue lo
último que dijo antes de salir y que
un francotirador le disparara en la
cabeza. Tuvieron que enterrarlo a
medias en el patio de una casa, pues
era imposible ir al cementerio.
***
En una ocasión, mi hermano David
partió hacia el cerro junto con un
grupo de guerrilleros sandinistas. Él
quería ayudar en lo que se pudiera.
Mi madre le imploraba que no fuera,
pero era terco, decía que no pasaba
nada, que ya llevaba una pistola para
estar bien protegido.
—¡Ahí viene la avioneta! —avisó mi
hermana María. No era necesario
que lo gritara, ya todos sabíamos
muy bien como sonaba un push and
pull cuando se aproximaba.
Corrimos rápidamente a uno de los
cuartos del fondo donde siempre nos
refugiábamos. Tuvimos que llevar a
mi padre casi arrastrando, pues tan
preocupado estaba por David que
comenzó a sentirse mal. Una vez ahí,
colocamos un colchón sobre la puerta.
14