siempre pensé me caracterizaba. La conclusión que extraje es que no es bueno
guardarse acciones, ni palabras, ni mucho menos confesiones, en especial en
casos de violencia o acoso como el aquí referido.
Si se hace un análisis más profundo a lo que conforma la inseguridad, puede
llegarse a detalles casi imperceptibles, pero fundamentales. ¿Quién diría que
la palabra, el espacio personal o la autoestima podrían ser amigos de los pro-
blemas? Ciertamente lo son, porque habitan dentro de cada persona, son ine-
vitables, son comunes. La inseguridad, los reveses, los riesgos nacen desde los
individuos, desde su mal empleo de aquello que son. La falta de mediación
acerca de las acciones o sentimientos de las personas es otro factor que resulta
inconveniente, sería diferente si se enseñara a todos a moderarse, a controlarse,
a respetarse; pero ello también involucra un control y aprecio propios.
En México, como país del cual más se habla en este texto, los ciudadanos no
tenemos un claro concepto sobre muchos factores que dan como resultado la
prudencia externa e interna; el prójimo es, por ejemplo, un tema que no con-
cebimos claramente, de esa forma, no sabemos muy bien cuán importante es
lo que nos rodea ni cómo nos afecta. La educación, entonces, debería ser la
solución para esta imprecisión; permitiría inculcar todos los conocimientos que
servirán en un futuro para desenvolverse correctamente y autovalorarse.
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