Youth Magazine Youth Magazine #4 | Page 38

Llegó a donde estaba y me saludó con un beso muy suave en la mejilla, su aroma besó mi olfato, tan suave como el beso que me acababa de regalar. -Pensé que no llegarías en media hora, ¿no había tráfico? -No, todo tranquilo, ¿y tú? –no sé por qué tenía el afán de que ella creyera que para mí todo era fácil, que todo estaba a mi favor siempre, como si tuviera un trébol de la buena suerte. -Oh que bien, yo si encontré un buen de trafico, qué buena suerte tienes. -Pues maso, será para el tráfico porque para otras cosas nada. -¿Por qué lo dices? –ella bien sabía a qué me refería, llevaba seis meses intentando que me diera el sí, pero siempre obtenía como respuesta un: ¿y si no funciona? -Por nada, es un decir, ya sabes que no creo en la suerte. -¿Y en el destino? –dijo y acompañó su frase con un gesto extraño, como retándome. -Tampoco, creo que el destino es como le llaman las personas a las cosas que no quieren decidir, o que dejan que otros decidan por ellos. -¡Uy qué intenso!, pues yo sí creo en el destino. Por ejemplo, el destino dijo que debíamos vernos aquí, a esta hora. -No, tú me llamaste y yo acepté, decidimos. -Bueno ya, como sea, ¿a dónde vamos? -¿De qué tienes ganas? -Yo pregunté primero, voy a dejar que decidas, que seas mi destino –dijo con tono serio, estaba burlándose. Era muy extraño pero me gustaba que lo hiciera, me molestaba y coqueteaba al mismo tiempo, estaba seguro de que le atraía, lo que no entendía era por qué no aceptaba que fuéramos pareja. -Ok, ¿ya cenaste? Yo no. -Tampoco yo. -Entonces vamos a cenar y luego vemos qué pasa. -¿Vemos que pasa?, ¿dónde están esas decisiones? –de nuevo se burlaba y me hacía reír con su tono, siempre me hacía burla por cosas que, según ella, me tomaba muy a pecho. -¿Acaso nunca olvidarás las cosas de las que te burlas de mí? -Si las olvidara te olvidaría, ¿eso te gustaría? -Quizá sería bueno volver a empezar, a ver si ahora tengo un poco más de suerte. -Tal vez no, quizá hoy sea tú día de suerte, pero eso lo dirá el destino, ¡oh no! Tú no crees en eso, en fin vámonos –hizo una mueca y me tomó de la mano, no me dio tiempo de responder, cuando me sujetaba era como si me dieran choques eléctricos y se activara mi piloto automático. Luego agregó-. ¿Qué cenaremos? -Te gusta la comida italiana, tengo muchas ganas de pasta. -Claro, suena bien. Nos dirigimos a un restaurante que estaba dentro del centro comercial, mientras cenamos casi no hablamos, era extraño porque siempre que nos veíamos la gente solía dirigirnos miradas reprobatorias por todo el escándalo que hacíamos. Esta vez había tensión en la mesa; nos refugiábamos en nuestros platos y en las copas de vino que habíamos pedido. Quisiera haber sabido en qué pensaba, yo pasé el tiempo queriendo preguntar a qué se refería con aquello de “tal vez sea tu día de suerte”. Terminamos de cenar, pedí la cuenta y entonces me decidí a hablar, pero cuando lo intenté, hablamos al mismo tiempo. -Tú primero. -No tú. -Primero las damas. -No, tú, dime mientras termino mi vino.