Youth Magazine Youth Magazine #4 | Page 39

Cuando iba a comenzar a hablar llegó el mesero con la cuenta; puse mi tarjeta dentro de la carpeta que me llevó y le llamé para que fuera a recogerla. -Ahora sí, dime. -¿A qué te referías con eso de que tal vez hoy sea mi día de suerte? -A nada en especial, hay días que parecen ser comunes y luego pasa algo que los hace muy buenos o muy malos –por primera vez noté en su voz algo de nervios, era eso o el vino le pegaba muy cabrón. Regresó el mesero con la tarjeta, me levanté para jalar su silla y pudiera levantarse, me dio las gracias y salimos del lugar. Nos pusimos a caminar pero esta vez sin tomarnos de la mano y de nuevo no hablamos. Entonces algo en mi mente me dijo que debía tomar la decisión de que ese fuera mi día de suerte. Un impulso. En un movimiento muy rápido y casi natural tomé su mano, nos detuvimos, la sujete de la cintura con la mano derecha y con la izquierda tomé su mandíbula, escuché como se le fue el aire, nos vimos directo a los ojos, luego los cerramos al mismo tiempo y chocamos los labios, fue un beso desesperado pero no atropellado, de esos que son tan buenos que no te dejan respirar, que hacen que se te olvide todo. No sé cuánto duró, pudo haber sido un minuto o una hora y habría sentido exactamente lo mismo, despegué los pies del piso. Nos alejamos unos centímetros, no podía ir más lejos, era como gravedad la que me mantenía cerca de ella. -¿Puedo quedarme contigo esta noche? –dijo muy bajito, mirándome directo a los ojos, por un momento creí que era mi mente la que me hacía pensar que había dicho eso, pero no. Se me fue la voz, así que sólo pude responder moviendo la cabeza. Me tomó de la mano y caminó hacía el auto, de nuevo no hubo palabras, no había espacio para ellas. Camino a mi departamento, la música que sonaba en el estéreo parecía estar de acuerdo con el momento, “Infinitos” de Siddhartha. No la había volteado a ver en todo el camino y estaba seguro de que ella tampoco me había mirado, en un alto lo hice. En ese momento me di cuenta de todo el miedo que ella tenía, sus ojos parecían estar llenos de lágrimas, también estaba seguro de que me amaba, no sé cómo, pero lo sabía. Vi en cámara lenta como giraba para verme, entonces una luz iluminó su rostro, por un segundo pensé que la luz era un efecto de mi enamoramiento, como de fantasía, luego vino el impacto. La luz nos envol ٧́