Cuando iba a comenzar a hablar llegó el mesero con la cuenta;
puse mi tarjeta dentro de la carpeta que me llevó y le llamé
para que fuera a recogerla.
-Ahora sí, dime.
-¿A qué te referías con eso de que tal vez hoy sea mi día de
suerte?
-A nada en especial, hay días que parecen ser comunes y luego
pasa algo que los hace muy buenos o muy malos –por primera
vez noté en su voz algo de nervios, era eso o el vino le pegaba
muy cabrón.
Regresó el mesero con la tarjeta, me levanté para jalar su silla y
pudiera levantarse, me dio las gracias y salimos del lugar. Nos
pusimos a caminar pero esta vez sin tomarnos de la mano y de
nuevo no hablamos.
Entonces algo en mi mente me dijo que debía tomar la decisión
de que ese fuera mi día de suerte. Un impulso. En un movimiento muy rápido y casi natural tomé su mano, nos detuvimos,
la sujete de la cintura con la mano derecha y con la izquierda
tomé su mandíbula, escuché como se le fue el aire, nos vimos
directo a los ojos, luego los cerramos al mismo tiempo y chocamos los labios, fue un beso desesperado pero no atropellado,
de esos que son tan buenos que no te dejan respirar, que hacen que se te olvide todo. No sé cuánto duró, pudo haber sido
un minuto o una hora y habría sentido exactamente lo mismo,
despegué los pies del piso.
Nos alejamos unos centímetros, no podía ir más lejos, era como
gravedad la que me mantenía cerca de ella.
-¿Puedo quedarme contigo esta noche? –dijo muy bajito, mirándome directo a los ojos, por un momento creí que era mi mente
la que me hacía pensar que había dicho eso, pero no. Se me fue
la voz, así que sólo pude responder moviendo la cabeza.
Me tomó de la mano y caminó hacía el auto, de nuevo no hubo
palabras, no había espacio para ellas.
Camino a mi departamento, la música que sonaba en el estéreo
parecía estar de acuerdo con el momento, “Infinitos” de Siddhartha.
No la había volteado a ver en todo el camino y estaba seguro
de que ella tampoco me había mirado, en un alto lo hice. En
ese momento me di cuenta de todo el miedo que ella tenía, sus
ojos parecían estar llenos de lágrimas, también estaba seguro
de que me amaba, no sé cómo, pero lo sabía.
Vi en cámara lenta como giraba para verme, entonces una
luz iluminó su rostro, por un segundo pensé que la luz era un
efecto de mi enamoramiento, como de fantasía, luego vino el
impacto. La luz nos envol ٧́