COLABORACIÓN
LITERATURA
Ese estruendo era el azote de los cultivos de maíz, según le
contó Juan Jiho en una carta enviada con un chino patas
largas que encontró en el camino. Durante el viaje lo
sorprendió el cuchicheo de los arroyos, los siete colores del
pájaro turco y la forma de las montañas, tan distintas a las
del cantón donde vivió hasta antes de emigrar a México. En
las estribaciones de la sierra, donde el guía vio la sombra
de una onza en el recodo de un camino techado de caoba,
fue recibido con atenciones por otros orientales de las
minas, que lo esperaban con alimento, té y ropa de
invierno, necesaria en ese lugar. En el mineral de Tayoltita,
su destino en el estado de Durango, lo asombró la piel
blanca de las mujeres, su estatura y su silencio. «Tardé en
hablar esta lengua. Ahora, con una jovencita a mi lado,
volví a aprender a callar. Aunque no haya motivo, siempre
hay rubor en sus mejillas. Por la nieve en las montañas.» ¿Se
olvidaría de sus diseños ahora que había remontado hasta
la fuente de su materia prima? León lo dudaba: se llevó el
estuche con los instrumentos de orfebre y una báscula
minúscula de bronce en forma de animal fantástico para
pesar oro en polvo. ¿Amaría las montañas, a pesar de la
extrañeza inicial, con la misma intensidad que amó la mar?
León lo dudaba aún más. Flotar de espaldas como loto:
otro relámpago de plenitud en su día. Vio el sombrero
Panamá en la mesita de noche que su esposa habilitó de
comedor. Sonrió al recordar al dependiente volver una y
otra vez, por órdenes de Hortensia, con un sombrero
distinto para que él se lo probara ante el espejo, figura a la
que ella, situada un poco atrás su propia figura, guiñaba un
ojo.
Se levantó, apagó la mecha, se acostó.
Soñó con barcos de vela, velas con la estampa de un tigre
blanco, velas de bambú que se enrollan hacia arriba, velas
reforzadas con lianas asimismo de bambú, velas que alzan
el vuelo como los dragones del templo, velas cuadradas,
velas que terminan en forma de aleta; velas, velas, vedlas:
*Agradecemos a la editorial Nitro/Press y a Juan Esmerio
Navarro, por permitirnos publicar un adelanto de su novela
Tu nombre chino, de próxima aparición.
CONT...
Juan Esmerio
Entrevista para el periódico Debate
Maribel Arredondo
En entrevista para el periódico Debate, Esmerio compartió
que desde hace años empezó a hacer investigación sobre
la presencia de los chinos en Sinaloa, uno de los puntos
que más le llamó la atención fue la relación entre ellos y la
escritora Inés Arredondo, quien también en sus cuentos
había escrito sobre ellos.
“En mi trabajo de editor se hacía referencia a los chinos, en
algunas ocasiones me hacía la pregunta de porqué ellos
permitieron que los expulsaran de Sonora y Sinaloa, esa fue
la primera pregunta, por ello tuve que ir a los archivos de
Torre Blanca, en la Ciudad de México, leí el cuento Las
palabras silenciosas, de Inés Arredondo, cómo es que ella
toca esos temas con tanta belleza, tanta intensidad.
Después supe que parte de su infancia la había pasado en
Eldorado, donde su abuelo había sido gerente de campo
de una familia potentada”.
Expresa que años atrás era de gran realce, extravagancia
tener un jardinero o cocinero chino.
“Descubrí que hubo un acuerdo migratorio firmado por el
presidente Porfirio Díaz y un representante del emperador
en Estados Unidos. Quizás en la historia es de los primeros
acuerdos donde se pacta una migración legal, para China
no era novedad, ellos ya habían firmado con Brasil. En el
noroeste de México había carencia de mano de obra para
trabajar en las vías férreas, para trabajar en las minas, en las
salinas”.
Resaltó que hubo acuerdos de migración de Europa, pero a
ellos no les gustó el clima y las malarias de esa época.
“Los chinos fueron llamados motores de sangre, fueron los
que entraron a hacer de todo, las labores más pesadas,
pero a la vuelta de poco tiempo ahorraron y emprendieron
negocios, como subirse en burros e ir vendiendo productos,
montar una fonda íntima o zapateros, sastres”.
El hecho de que los chinos empezaran a mejorar su
economía trajo algunas inconformidades con los
sinaloenses, pero esta cambiaría tras las malarias, ya que
ellos aportaron dinero para pasar ese trago amargo.
la novela desempolva un pasado muy presente de Sinaloa,
tratar de desentrañar a los chinos, se mezclaron de manera
muy sencilla con la gente de Mazatlán, dos culturas de
unen y se complementan.
Los protagonistas de la historia donde se unen dos
culturas, una milenaria.
“Hubo muchos chinos en Sinaloa, incluso los apellidos aún
perduran. Mi historia trata de rastrear el origen de esa
cultura, cómo llegó aquí, cómo se mezcló. Todo es
imaginación, consultar, investigar historia, después de esa
investigación armar los personajes”.
Comparte que la novela se desarrolla en Mazatlán en el
siglo 20. Indica que reconstruye el viejo puerto, lugares que
ya no están o que están en ruinas.