Sí; el río brillaba. Pero, la ciudad, lucía opaca,
envuelta en el humo y el vapor de los coches
y los grandes fumadores, uno de ellos, el mismo Pessoa.
Las viejas construcciones del centro de Lisboa,
manchadas, erosionadas, enverdecidas por la pátina del tiempo,
parecían a punto de caernos encima y llenarnos de polvo. Como ellas.
Ese es su encanto: estar a punto de caer…, y no caer.
En la tabaquería, apoyados ambos en el mostrador, exclama:
“¡Qué puedo saber de lo que seré, yo, que no sé lo que soy!”
El encargado de la tabaquería, sonríe.
“Pero vale la pena haber nacido con tal de oír pasar el viento”,
termina diciendo el maestro.
Compra una pipa, y su bolsa de tabaco, y paga unos Luises.
Al salir de nuevo a la calle, ve pasar a un conocido por la acera de enfrente.
Alza uno de sus cortos brazos, y con la palma de la mano, abierta,
lo mueve de un lado a otro para llamar su atención.
Al no lograrlo, le grita: “¡Caeiro!”
El flaco Caeiro, de gafas, sombrero y gabardina, muy parecido a él,
voltea, lo reconoce, y lo saluda con la mano, a la distancia.
El poeta, vuelve a gritarle: “¡Adiós, Alberto!”
Caeiro continúa su camino, hundiendo su cabeza en el abrigo,
como una tortuga en su carapacho.
Nosotros cruzamos la calle encharcada,
iluminada por los faroles y las luces de neón
de aparadores y marquesinas. Y caminamos
entre cientos de lisboetas, que pasan, sin vernos,
impulsados por la prisa y la ansiedad de llegar a un lugar o a otro:
A casa, al trabajo, al cine, a una fiesta, al teatro.
¡Qué sé yo, a cualquier parte, sólo ellos saben!
No sé nada de Lisboa.
Solamente, que la cubre un velo de nostalgia,
que está en Portugal, y que allí nació Fernando Pessoa.
Pero ahora encamino al maestro, bajo la llovizna,
por la Plaza Magallanes, a la parada del autobús de Beja,
para que regrese a casa. Sus gafas están empañadas.
Se las quita. Y limpia los espejuelos con un pañuelo blanco.
Cuando al pie del autobús, nos despedimos, con un abrazo,
en la Plaza, encharcada, hay un mundo de palomas.
MIXCOAC 1999
FERNANDO
PESSOA
Fernando António Nogueira Pessoa, más
conocido como Fernando Pessoa (Lisboa, 13 de
junio de 1888-ibídem, 30 de noviembre de
1935) fue un poeta y escritor portugués,
considerado uno de los más brillantes e
importantes de la literatura mundial y, en
particular, de la lengua portuguesa.
Tuvo una vida discreta, centrada en el
periodismo, la publicidad, el comercio y,
principalmente, la literatura, en la que se
desdobló en varias personalidades conocidas
como heterónimos. La figura enigmática en la
que se convirtió motiva gran parte de los
estudios sobre su vida y su obra.
Habiendo vivido la mayor parte de su juventud
en Sudáfrica, donde estudió hasta 1905, la
lengua inglesa tuvo gran importancia en su
vida, pues Pessoa traducía, trabajaba y
pensaba en ese idioma. De día, Pessoa se
ganaba la vida como traductor. Por la noche,
escribía poesía: no escribía «su» propia poesía,
sino la de diversos autores ficticios,
diferentes en estilo, modos y voz. Publicó bajo
varios heterónimos —de los cuales los más
importantes son Alberto Caeiro, Álvaro de
Campos, Bernardo Soares y Ricardo Reis—, e
incluso publicó críticas contra sus propias
obras, firmadas por sus heterónimos.
Murió por problemas hepáticos a los 47 años
en la misma ciudad en que naciera, dejando
una descomunal obra inédita que todavía
suscita análisis y controversias.