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Colaboración
Ensayo
La ciencia ficción es una travesía por sí misma, una aventura del conocimiento, un viaje de la imaginación. En ese espacio creativo se anudan nuestras esperanzas lo mismo que nuestros temores, nuestros tropiezos al igual que nuestros aciertos.
En la ciencia ficción el otro –el extraterrestre, el robot, el mutante- acaba por parecerse a nosotros, por copiar nuestros hábitos, por imitar nuestra conducta.
En la ciencia ficción, la ciencia es el pretexto de la ficción, su empuje original.
El propósito de la ciencia ficción es contar cómo impactan los cambios del mundo en los individuos que los viven. O viceversa: cómo ciertos individuos impactan al mundo con los cambios que llevan a cabo en sus vidas.
La ciencia ficción no es una narrativa didáctica. No se dedica a enseñarnos biología evolutiva, química molecular o física cuántica, aunque puede brindar brochazos de las mismas para hacer verosímil lo que tenga que contarnos. Lo que interesa a la ciencia ficción es narrar lo que estos saberes producen cuando hay un problema por resolver, cuando hay un desastre por evitar.
Hija del romanticismo en acción, de la rebeldía pasional, de la idea liberadora que sacude a la sociedad de su tiempo al romper con dogmas y tabúes, la ciencia ficción es un género literario dispuesto para lo novedoso, proclive a lo desconocido. Literatura que le canta al futuro no con un arma en la mano sino con una hoja de cálculo, una probeta, un microscopio.
La ciencia ficción nos habla de seres –humanos o no- en una sociedad determinada. Pero lo que nos impele a leerla es el vínculo emotivo que hace que sus personajes, sus situaciones y dilemas se hagan nuestros, se vuelvan propios.
Desde Mary Shelley, la ciencia ficción cuenta el desafío de una criatura ante su creador, la queja del monstruo que no se concibe a sí mismo como tal.
La ciencia ficción no predice lo que vendrá: sólo relata lo que ya está aquí, entre nosotros, incubándose, a punto de aparecer. Como los buenos rastreadores, el escritor de este género percibe de dónde sopla el viento, qué rumbo lleva nuestra civilización.
En la ciencia ficción la nave espacial es un útero tecnológico, una matriz donde todo se genera y regenera. Una madre protectora en medio de la inmensidad del universo.
Nadie sabe lo que tiene hasta que deja la Tierra.
La inteligencia artificial, en la ciencia ficción, tiene dos conflictos a resolver: el de su programación humana y el de la independencia cognitiva para obrar por su cuenta y riesgo. Si se atiene al primero siempre será una máquina que obedece órdenes. Si logra acceder a la segunda será un individuo más como sus creadores. Ya sea que se nos presente como robot, androide o replicante, ya sea que actúe en libertad o en obediencia, la inteligencia artificial tendrá más oportunidades de sobrevivir que las criaturas orgánicas que la diseñaron y construyeron. Por eso en la ciencia ficción el robot es, mayoritariamente, humano: se asemeja a nosotros no cuando actúa racionalmente sino cuando titubea, duda o yerra. Cuando decide por sí mismo y de ese modo se convierte en un enigma, una amenaza o un paso evolutivo que nos deja atrás. En todo caso, ejerce su libre albedrío y con ello abre las puertas del cielo y del infierno a un mismo tiempo.
La ciencia ficción es, al menos en la ópera espacial, en la épica de la conquista del espacio exterior, una narrativa que desciende del western clásico y de la tradición literaria que relata la exploración de territorios desconocidos plenos de horizontes abiertos, nativos belicosos, partidas de bandoleros y vida salvaje. Un paisaje sin fronteras a la vista. Una historia de asombros y zozobras bajo el arco de un tiempo que se curva y se acelera, bajo las leyes de lo infinito y lo inmensurable que colisionan con la humanidad y su afán de poseerlo todo en todo lugar, a toda hora.
El escritor de ciencia ficción es un desadaptado que crea mundos donde el o ella pueden encajar, donde el o ella pueden vivir sin los prejuicios de su comunidad.
La ciencia ficción, como decía Ursula K. Le Guin, no es labor de mensajeros sino oficio de visionarios. Un trabajo creativo donde siempre hay una puerta abierta a otros mundos, una opción disponible para ser otras culturas o criaturas, una versión nueva, diferente de nosotros mismos.
El que sueña con monstruos ya es uno de ellos.
Las mejores novelas de ciencia ficción son una apuesta por el universo que crean, por el porvenir que descubren.
En la ciencia ficción las ideas son tan importantes como las acciones que ocurren, como los escenarios que a nuestra vista se despliegan.
Lo que conmueve da la ciencia ficción es su capacidad de ver a nuestra época como un ruina, a nuestra sociedad como un fósil.
En la ciencia ficción la distancia temporal es más dramática, más decisiva que la distancia espacial.
Nuestros dioses caen. Nuestros héroes se derrumban. La ciencia ficción es la historia de ese caos contada desde el futuro, la crónica de esa debacle relatada desde otros mundos.
El camino al desastre futuro está empedrado de tecnologías supuestamente seguras.
Hay quien observa las estrellas en el cielo y sólo ve residuos titilantes de un universo ya extinto. En cambio, los escritores de ciencia ficción ven las estrellas y perciben las historias épicas que estas contienen, las sagas de su nacimiento, esplendor y muerte que están a su disposición.
A la ciencia ficción le gusta hacer un recuento de nuestras ganancias a largo plazo, de nuestras pérdidas inmediatas.
La ciencia ficción es una narrativa ambiciosa: apenas se conforma con relatar la historia del cosmos. Desde su principio hasta su fin, faltaba más.
La realidad es un obstáculo menor para la ciencia ficción, un lastre manejable.
El futuro es un ghetto donde se confina a los seres que chocan con su propio tiempo, que no embonan con su propia sociedad.
Si piensas que el futuro será una desgracia mayúscula no conoces bien el mundo que hoy habitas.
Somos una sociedad pendiente del futuro: en sus novedades, en sus modas, en sus desafíos.
El que esté libre de sueños absolutistas que tire la primera utopía.
Como nieta del progreso científico y como hija de la crítica a ese mismo progreso, la ciencia ficción oscila entre el relato maravilloso y el cuento de terror. Trama que asume su caminata por la cuerda floja de nuestros retos tecnológicos, de nuestras catástrofes sociales.
La ciencia ficción ha pasado de ser una literatura de la certeza a una literatura de la incertidumbre. Lo que ha perdido en positivismo filosófico lo ha ganado en teoría de la Lrelatividad, en anarquía cognitiva, en mundos paralelos, en realidades virtuales y en gatos de Schrödinger.
El futuro imaginado tiene la pátina del tiempo de su creación, el estilo e ideas de la época de su escritura. Lleva consigo las obsesiones de sus autores tanto como las tendencias de la sociedad en que surge. Más que vaticinar lo que vendrá se empeña en exhibir los conceptos en pugna, los choques culturales de sus creadores.