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Eso es lo correcto para la anatomía y fisiología del homo sapiens.
Las características anatómicas de nuestro aparato digestivo y de nuestra
estructura dentaria, nos sugiere que estas formas tradicionales de nutrición
estaban en lo cierto.
Nuestro intestino muy largo necesita una importante porción de alimento vegetal
rica en fibras.
Y así el intestino funciona óptimamente.
Necesita toda esa fibra para poder mantenerse limpio, saludable y “entrenado”.
La fibra robustece la musculatura lisa (involuntaria del intestino grueso).
Pero no fibra fragmentada como partes de algunas semillas o del trigo.
Como esa gente que compra bolsas de salvado de trigo o de avena y se lo agrega
a su jugo de fruta o a la sopa.
Fibra completa como parte de alimentos completos.
Hasta el año 1650 aproximadamente nuestros antepasados en todas las grandes
civilizaciones usaban los cereales íntegros, integrados, completos, llenos de
fuerza vital (capaces de generar una nueva vida).
Durante miles de años fue así, el cereal integral era la base.
Había cientos de formas de prepararlo, deliciosas, creativas.
Hasta que un ingeniero alemán llamado Endelberg inventó una máquina pulidora
para producir harina blanca. Refinada. Deliciosa.
Igual que la “realeza” europea que consideraba al pan negro, pan popular, pan de
pobres o incluso pan de guerra.
El pan blanco pasó a ser un símbolo de refinamiento (harina refinada) y status
social. Y de nivel económico.
Entonces todos querían pasarse al pan “blanco”, igual que los reyes y los
marqueses. Para “ascender” socialmente.