Violín, el instrumento perfecto. Violín, el instrumento perfecto | Page 14

ACTA

El violín: primer instrumento perfecto
el color negro del diapasón( la tabla sobre la que se pulsan las cuerdas) y el cordal, ambas piezas realizadas en ébano. El puente es de plátano falso y las demás piezas, más pequeñas, son de ébano, boj o palisandro.
Las maderas usadas para la tapa y el fondo poseen cualidades acústicas diferentes, y su combinación proporciona la sonoridad adecuada a la caja de resonancia. Para la tapa( la superficie superior del cuerpo del violín, sobre la que están las cuerdas) se usan variedades de Pícea, y para el fondo y los aros( las tiras curvas que forman los costados) madera de arce( Acer opalus).
La madera del abeto rojo común( Picea abies) es muy apropiada para la tapa por rigidez, homogeneidad y ligereza, que transmite las vibraciones de forma óptima.
La madera de arce es dura y uniforme, de vetas alargadas. Proporciona al fondo del violín unas suaves irisaciones casi imperceptibles, que realzan su aspecto visual. Además del Acer opualus también se usa para el fondo el Acer platanoides, de la misma familia de las aceráceas. La fibra curvada de esta especie es un defecto natural del que sacaron partido los luthiers, utilizando cuñas cortadas radialmente que se adaptan a la forma convexa del fondo del violín.

àLa“ Pequeña Edad de Hielo”

Parece ser que el clima en el norte de Italia a finales del siglo XVII y comienzos del XVIII incidió felizmente en las obras maestras de Stradivari y Guarneri. Las temperaturas excepcionalmente bajas provocaron un crecimiento más lento de los árboles, que se tradujo en una madera más densa de lo normal y, por tanto, de unas características acústicas distintas.
Los años 1645 a 1715 constituyen un período llamado“ Mínimo de Maunder” en el que la actividad solar fue menor que lo usual, como se reflejó en la disminución radical de las manchas solares. Estos años constituyen el período central de la“ Pequeña Edad de Hielo”.
La forma de crecimiento de la madera durante esta época fría se ha podido analizar gracias a la dendrocronología, ciencia que estudia la edad y la historia de los árboles según los anillos. Cuando se corta perpendicularmente el tronco de un árbol se puede observar una serie de anillos que representan ciclos anuales de crecimiento. Observando los anillos correspondientes a los años del“ Mínimo de Maunder” en árboles de los Alpes italianos se ha podido comprobar que estaban muy juntos y eran muy estrechos. Esto señala un crecimiento más lento de lo normal durante aquellos años, resultando una madera de mayor densidad.
La densidad es importante para la sonoridad de la madera porque la hace menos porosa, y la porosidad de la madera amortigua su sonido. Al disminuir la porosidad, aumenta la resonancia, produciendo un sonido más brillante.

àEl secreto químico

La calidad de los barnices utilizados por los antiguos maestros de Cremona es un elemento más que avala su superioridad respecto de otros constructores posteriores. Con los años se comprobó que el barniz de los Stradivarius mantenía sus cualidades mientras se estropeaba el de otros violines más modernos. Esto es debido, entre otras cosas, al cambio en los usos de una época a otra, como la introducción de alcohol en su composición, que lo hacía propenso a endurecerse excesivamente. Quizá una práctica más elaborada o un truco feliz se perdió, y, con el tiempo, lo que originalmente era un secreto más del oficio – cada artesano posee los suyos – se convirtió en la leyenda de una fórmula mágica.
NOTA: A veces un logro técnico se mantiene visible cuando la habilidad de sus creadores se ha perdido. Entonces es usual la aparición de una leyenda, como la que afirma que el acueducto de Segovia fue construido en una noche por el diablo.
El barniz es una parte fundamental en un violín, puesto que, además de protegerlo de la humedad y resaltar la belleza de la madera, sirve para potenciar sus cualidades sonoras. Generalmente se aplican varias capas antes de dejarlo secar. El número de éstas puede variar, pero es esencial encontrar el equilibrio perfecto para no estropear el sonido final del instrumento. Un barnizado insuficiente tiende a amortiguar el sonido del violín, mientras que uno excesivo puede endurecer la madera más de lo necesario, produciendo un sonido estridente. Además, la composición del barniz es fundamental. No debe ser demasiado graso ni demasiado seco. Esta sustancia constituye uno de los sellos distintivos de una marca y cada luthier tiene fórmula propia.
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