68 } VIDAMÉDICA / IN MEMORIAM
Homenaje de la familia Araneda Parra:
JULIA PARRA MUÑOZ: UNA
DOCTORA ANTIPATRIOTA
(1932-2019)
U
n tarro de duraznos envuelto en papel de diario fue un
recuerdo que atesoró durante el ejercicio de su profe-
sión: fue el único modo de agrecerle que encontró un
padre sin recursos.
La vida de la doctora Julia Parra, se vinculó a la de miles
de trabajadores que como ella no pertenecieron a sectores
acomodados.
Hija única del sargento Julio Parra Parra y de María Muñoz
Muñoz, constituyeron una familia atípica en una época donde
se tenían “muchos chiquillos, con su miseria viven en conven-
tillos”, como cantaba Violeta Parra. En medio de la precarie-
dad económica, la incentivaron a seguir sus sueños. Por cierto,
también vivieron en conventillos.
Ingresó al Liceo 7 en Providencia, dio su bachillerato y luego es-
tudió medicina en la Universidad de Chile, en la década del ‘50.
En la facultad conocería a otro estudiante, Juan Araneda
González, dueño de una memoria prodigiosa, con quién for-
maría una familia. Se casaron en 1957.
El azar hizo que su apellido la vinculara en los grupos de estu-
dio con otros estudiantes cuyos apellidos comenzaban con la
letra P. Un joven de apellido Paris marcó con su actuar distraí-
do y su compromiso político a aquella promoción de futuros
médicos.
Luego se enteraría que las ausencias prolongadas de su
compañero coincidían con la persecución política que en la
década del ‘50 afectaba a comunistas y trabajadores: la Ley
Maldita. Por cierto Enrique París Roa, era comunista y no se
comía a los bebés.
Paradójicamente, ser católica y de izquierda fueron para la
futura doctora un complemento entre sus objetivos y valores.
Cumpliendo labores en el hospital en Valdivia, fue vicepre-
sidenta del comando que postularía infructuosamente al Dr.
Salvador Allende a la Presidencia en 1964.
Tampoco fue para ella una contradicción apoyar la entrega
sin restricciones de la píldora anticonceptiva, a mediados de
los ‘60.
Los ‘70 fueron complejos. Dividía sus horas entre el consulto-
rio La Feria y el hospital Exequiel González Cortez, especiali-
zándose en hematología infantil. Su sueño de país chocó con
un gremio que se puso al lado del golpe.
En una asamblea, los médicos, apelando al patriotismo, se
sumaron al paro de los camioneros en 1972 contra el gobier-
no. La Dra. Parra manifestó lo extraño que era que el gremio
solidarizara con esta movilización ajena y no actuara igual
cuando los funcionarios exigían sus derechos. Su constata-
ción tendría consecuencias. No se sumó al paro y atendió a
los niños luego de que sus colegas ni siquiera dejaran turnos
éticos.
Acusada de “antipatriota” fue castigada con el traslado al
Hospital Lucio Córdova para atender en hematología adultos
y en 1974 fue secuestrada por la DINA junto a funcionarios,
acusada de acciones contra el régimen.
Lograría salir con vida, pero con un trauma que la perseguiría
hasta el final de sus días cuando, hospitalizada, creía estar
detenida en Londres 38. Cosas del Terrorismo de Estado.
Siguió su vida. Las de otros, quedarían en el camino, incluida
la del doctor Enrique Paris, desaparecido desde el 13 de sep-
tiembre de 1973.
No doblegaron sus ideas, continuó atendiendo en el sistema
público, no se pasó a la AFP y mantuvo su pensamiento de
izquierda y la misa dominical, asegurando junto a su esposo
por más de 60 años, la crianza de sus 4 hijos.
Tal vez por ser nuestra madre, los elogios pueden ser exagera-
dos, pero no descuidó ningún flanco y se lo agradecemos, jun-
to a las generaciones de niños que atendió con ética y cariño.
HASTA SIEMPRE, DRA. PARRA