VIAJES DE GULLIBER Swift, Jonathan - Los viajes de Gulliver | Page 40
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Por fin tomé una resolución que es probable que me valga algunas censuras, y no
injustamente, pues confieso que debo el conservar mis ojos, y por lo tanto mi libertad, a mi
grande temeridad y falta de experiencia; porque si yo hubiese conocido entonces la
naturaleza de los príncipes y los ministros como luego la he observado en otras muchas
cortes, y sus sistemas de tratar a criminales menos peligrosos que yo, me hubiera sometido
a pena tan suave con gran alegría y diligencia. Pero empujado por la precipitación de la
juventud y disponiendo del permiso de Su Majestad Imperial para rendir homenaje al
emperador de Blefuscu, aproveché esta oportunidad antes de que transcurriesen los tres días
para enviar una carta a mi amigo el secretario comunicándole mi resolución de partir
aquella misma mañana para Blefuscu, ateniéndome a la licencia que había recibido; y sin
aguardar respuesta, marché a la parte de la isla donde estaba nuestra flota. Cogí un gran
buque de guerra, até un cable a la proa, y después de levar anclas me desnudé, puse mis
ropas -juntas con mi colcha, que me había llevado bajo el brazo- en el buque, y, tirando de
él, ya vadeando, ya nadando, llegué al puerto de Blefuscu, donde las gentes llevaban
esperándome largo tiempo.
Me enviaron dos guías para que me encaminasen a la capital que lleva el mismo
nombre. Los llevé en las manos hasta que llegué a doscientas yardas de las puertas y les
rogué que comunicasen mi llegada a uno de los secretarios y le hiciesen saber que esperaba
allí