reseña
Enero
CRYSTAL CASTLES: III
La blogósfera es la culpable del hype de muchas bandas que, de no ser por este fenómeno, quedarían enterradas en la memoria colectiva luego de uno o dos sencillos, o quizá nunca verían la luz de la fama de no ser por el constante bombardeo de publicaciones con canciones y remixes de las mismas. Crystal Castles se ganaron un nombre un par de años antes de que los blogs tomaran el poder del destino de la música independiente, sin embargo, su tercer esfuerzo recibió mucha atención por parte de los medios digitales, un adelanto del álbum tras otro, una cobertura incisiva de los cambios de fecha del lanzamiento y entrevistas donde Ethan Kath y Alice Glass prometían un disco que giraba en torno a la opresión con ningún tipo de cambio sonoro en comparación con sus discos anteriores.
Uno de los mayores aciertos en II, era que la voz de Glass era mucho más melódica, menos violenta y sobre todo intelegible, canciones como “Celestica” y “Not In Love” a lado de Robert Smith, les dieron gran alcance entre todo tipo de público y los colocaban en el spotlight de las bandas que podrían tomar un siguiente paso al mainstream.
Los canadienses decidieron dar varios pasos hacia atrás, entregando lo que es hasta ahora su obra más madura, más consistente, pero más difícil de digerir. “Plague” sirvió como primer sencillo, y como la mayoría de las canciones de III, está llena de capas de sintetizadores y ecos en la voz de Glass que hace imposible que entendamos cualquier palabra de lo que canta. La opresión de la que tanto se habló, toma forma en un extraño ambiente de sofocamiento a lo largo del disco, las canciones se sienten, de hecho, oprimidas, como si las estuviéramos escuchando a través de una gruesa pared, hay texturas muy claras pero al mismo tiempo se sienten borrosas, los mensajes están pero no dicen mucho, la violencia característica de la banda ahora es pasiva y dirigida hacia dentro.
En III no existen sencillos obvios, a no ser por “Sad Eyes” que tiene tintes góticos e industriales y acompaña a canciones como “Crimewave” de su primera producción, en el aspecto que podrían ser adecuadas para la pista de baile y pide a gritos un remix. El 8-bit que también tuvo mucho peso en sus primeras entregas, es casi impalpable en III, donde hay mucha más influencia del sonido de II que de su álbum debut.
era causar expectativa en el lanzamiento de III, que desde mi particular punto vista, resultó contraproducente, ya que elevó las expectativas de un álbum que no supera a sus antecesores y sí muestra un cambio de sonido, que quizá a muchos no les agrade.
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