veredes, arquitectura y divulgación VADo1 Los Inicios | Page 40

VAD. 01 | Junio 2019 | ISSN 2659-9139 e-ISSN 2659-9198 Jóvenes como Lydia Driesch-Foucar se estaban impacientando ante la poca perspectiva que les ofrecían las escuelas técnicas y las escuelas de artes y oficios. Así lo remarcaba: Oí hablar de la Bauhaus por primera vez en el invierno de 1.919 / 1.920, cuando me encontraba fabricando piezas para una em- presa de porcelanas en la Münchener Kunstgewerbeschule (es- cuela de artes y oficios de Múnich). Me había licenciado en la Escuela de Alfarería de Höhr y quería continuar mi formación artística en Múnich. Lo malo era que, si las escuelas técnicas de formación profesional depositaban poco valor en las formas ar- tísticas, por el contrario las escuelas de arte habían descuidado completamente lo técnico y manual. Fue entonces cuando llegó a mis oídos aquel lema de la Bauhaus de Weimar: arte y téc- nica, una nueva unidad. Por fin apareció aquello que muchos andábamos buscando. En la primavera de 1.920 me trasladé a Weimar para ir a la Bauhaus. 14 14 Lydia Driesh-Foucar, “Erinnerun- gen an die Anfänge der Dornburger Töpferwerkstatt des Staatlichen Bauhauses Weimar 1920-1923”, en Unser Bauhaus. Bauhäusler und Freunde erinnern sich, editado por Magdalena Droste y Boris Frie- dewald (Múnich: Prestel Verlag, 2019), 89-90. Pero había un pequeño problema: allí no había ningún taller de cerámi- ca. Cuando llegó a Weimar, una fábrica les tenía alquilado un pequeño cuarto, pero no era un verdadero taller. Ella y cuatro compañeros más querían ser auténticos ceramistas y para ello tenían que reclamar un es- pacio propio. De aquí surgió la sede del taller de cerámica de Dornburg, un pueblo a 25 km de Weimar. Encontraron la alfarería de los hermanos Krehan. Uno de ellos, Max, un individuo que se hacía pasar por descen- diente de Gengis Kahn, y cuyo aspecto físico daba fe de ello, según Lydia Driesch-Foucar, consintió, tras ver las intenciones y los planos que ellos llevaron, recomendarles las caballerizas de un antiguo palacete, situado en un extremo del pueblo, al borde de un escarpado que daba sobre un precioso valle. Gropius apoyó el plan, Max Krehan dio por hecho que el gobierno daría la aprobación y les ayudó a poner en pie el taller. Todo salió a la perfección. No se lo podían creer: “estábamos eufóricos”. 15 15 Howards Dearstyne, Inside the Bauhaus, editado por David Spaeth (Nueva York: Rizzoli, 1986), 50. Declaraciones aparecidas en su libro Schreyer, Lothar: Erinnerungen au Sturm und Bauhaus (Múnich: Langen Müller, 1956), 91. Los cinco estudiantes (tres mujeres y dos hombres) habían conseguido poner en marcha el taller de cerámica de la Bauhaus de Weimar. Figura 6. Vista de Dornburg sobre el valle del Saale. En el centro de la ima- gen el llamado Rokokoschloss. Tras él, ligeramente a la izquierda, el edifico de las caballerizas donde se encontraba el taller de alfarería. Fuente: Stiftung Thüringer Schlösser und Gärten. 40 JOSENIA HERVÁS Y HERAS | ESTEBAN HERRERO CANTALAPIEDRA. Los inicios de la Bauhaus. Weimar 1919. pp. 34-42