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VAD. 01 | Junio 2019 | ISSN 2659-9139 e-ISSN 2659-9198 Arquitectura desde la esencialización de la forma En aquellos proyectos trabajábamos con cierta esencialización de la forma y con la búsqueda de formas arquetípicas. La aso- ciación a las piezas lineales, los cubos o las plataformas como elementos con gran grado de elementalidad producían esa mis- ma intensificación, porque en sí mismos ya estaban limitados. 15 15 Luis Moreno Mansilla y Emilio Tu- ñón. El Croquis 161 (2012), 180. El museo de Zamora se muestra como un cubo ciego, en el que el úni- co plano que muestra al exterior su funcionamiento es la cubierta, una quinta fachada que lo caracteriza y que es su imagen a la ciudad. Y en esta imagen exterior se pueden apreciar las inquietudes de los arquitec- tos. La generación que creció bajo la influencia de Rafael Moneo se en- contraba en cierto modo hastiada por la falta de posibilidades que se le ofrecían por la crisis de los primeros años noventa y por la tendencia de la administración a contratar de modo directo al navarro y a otros de su generación. Y una forma de mostrar que se alejaban de esa influencia era mostrar interés por otras arquitecturas como la americana, y distanciarse de la italiana que Moneo había difundido. 16 Y por la aproximación a otras disciplinas, de las que poder incorporar elementos y formas de trabajar. En el caso de Mansilla y Tuñón una de esas referencias es el trabajo de Donald Judd, y sus intervenciones en el paisaje. Este interés en el paisaje también es una incorporación de esta generación de arquitectos, que se distancia de la ciudad o que se enfrenta a ella desde otras posiciones más integradoras. 16 Francisco González de Canales y Nicholas Ray, Rafael Moneo: Buil- ding, Teaching, Writing (New Haven: Yale University Press, 2015), 104. La inserción del museo en el entorno se ha hecho con delicadeza, se han engarzado las distintas piezas existentes con el nuevo edificio. Pero ade- más se plantea la intervención a una escala mayor a la percepción del edificio desde la distancia lejana. El tamaño del cubo viene determinado por el programa que acoge en su interior, pero también se ha pensado desde el exterior, ha alcanzado el volumen ideal que permite su correcta inserción en el paisaje urbano. Para llegar a León se atraviesan campos extendidos y deshabitados, la región más despoblada de Europa. Cuan- do comienzan a surcarlos con el arado aparece un extraño orden, y por irregulares que sean los terrenos, parecen siempre naturales. No importa su perímetro, lo que importa es una ley, una distancia entre surcos que peina la naturaleza. Hace años ya, construyendo el Museo de Zamora, nos gustaba imaginar su cubierta como un campo de lucernarios, como un campo arado de los que ven más allá. 17 17 Emilio Tuñón y Luis Moreno Mansi- lla, Conversaciones de viaje (Madrid: Asimétricas, 2010), 43. Y esta imagen exterior, y la descripción que hacen los arquitectos de esta nos permite mostrar el interés por la metáfora, por introducir el juego con un elemento visual para trasladarlo, modificado y apropiado, al cam- po de la arquitectura. Si en Zamora los lucernarios se asemejaban a los campos arados de Castilla, y la piedra votiva que se expone en su interior se ve reflejada en el camino de ida y vuelta que supone la rampa que or- ganiza su recorrido interior, todo esto ese puede volver a apreciar en su obra posterior. Las fachadas que rodean el recinto de acceso al MUSAC se inspiran en la manipulación de una de las figuras que aparece en las vidrieras de la catedral de León, la planta del Museo de la Automoción tie- ne su origen en las bielas de los motores de explosión y el ayuntamiento de Lalín en las formas circulares de los castros celtas. 84 DAVID GARCÍA-ASENJO LLANA. Museo de Zamora. El primer paso de Mansilla y Tuñón. pp. 78-88