por Pedro Rufián Mesa
S
ería injusto e inapropiado que en el
año en que se cumple el cuarto
centenario de la muerte de la lumbrera cumbre de las letras españolas, Don Miguel de Cervantes Saavedra,
desde estas páginas no destaquemos
uno de los hechos menos estudiados de
su obra más sobresaliente, el Quijote, y
es la deuda que el mismo autor reconoce con la Biblia.
Al igual que ocurre con Shakespeare
y con Dante, Cervantes se manifiesta
deudor en su obra con el libro que, sin
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duda alguna, es el más influyente en la
historia de la humanidad, la Biblia, y lo
hace citándola y parafraseándola en sus
obras, y muy especialmente en el Quijote, como vamos a ver en este artículo.
Cervantes vivió en una época en la
que, como reflejó en su novela ejemplar,
“La Española Inglesa”, no fue ignorante
de la Reforma de la Iglesia que había dividido a la cristiandad en el siglo XVI. División que, en parte, se produjo por el
papel que debía jugar la Biblia en el cristianismo.
Verdad y Vida Octubre – Diciembre 2016
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