miembros, no obstante ser muchos,
forman un solo cuerpo. Así sucede con
Cristo. Todos fuimos bautizados por un
solo Espíritu para constituir un solo
cuerpo, ya seamos judíos o gentiles,
esclavos o libres, y a todos se nos dio a
beber de un mismo Espíritu. Ahora bien,
el cuerpo no consta de un solo miembro
sino de muchos. Si el pie dijera: ‘Como
no soy mano, no soy del cuerpo’, no por
eso dejaría de ser parte del cuerpo. Y si
la oreja dijera: ‘Como no soy ojo, no soy
del cuerpo’, no por eso dejaría de ser
parte del cuerpo. Si todo el cuerpo fuera
ojo, ¿qué sería del oído? Si todo el
cuerpo fuera oído, ¿qué sería del olfato? En realidad, Dios colocó cada
miembro del cuerpo como mejor le pareció. Si todos ellos fueran un solo
miembro, ¿qué sería del cuerpo? Lo
cierto es que hay muchos miembros,
pero el cuerpo es uno solo. El ojo no
puede decirle a la mano: ‘No te necesito’. Ni puede la cabeza decirles a los
pies: ‘No os necesito’. Al contrario, los
miembros del cuerpo que parecen más
débiles son indispensables…” (1 Corintios 12:12-22).
Algunos, como los que se encargan
de proveer comida y albergue a las personas sin techo, son muy visibles en su
papel, como lo son los miles de pastores a lo largo del país. Mientras que la
mayoría tienen tareas menos visibles,
pero cuyo apoyo y ayuda son imprescindibles para que aquellos con tareas
más visibles puedan llevarlas a cabo.
Así fue con el ministerio terrenal de
Jesucristo. Dios podía haber elegido
suplir todas sus necesidades físicas de
forma milagrosa, sin embargo eligió que
detrás del ministerio público de Jesús y
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sus discípulos hubiese un grupo de fieles colaboradores que, con su apoyo y
donativos, suplían sus necesidades físicas, hicieran posible que ellos se dedicaran exclusivamente a la predicación
del reino de Dios: “Después de esto,
Jesús estuvo recorriendo los pueblos y
las aldeas, proclamando las buenas
nuevas del reino de Dios. Lo acompañaban los doce, y también algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malignos y de enfermedades: María, a la que llamaban Magdalena, y de
la que habían salido siete demonios;
Juana, esposa de Cuza, el administrador de Herodes; Susana y muchas más
que los ayudaban con sus propios recursos”.
Aunque a una escala mucho más
pequeña, es así también con Verdad y
Vida. Los autores de los artículos son el
rostro público de nuestro ministerio, pero sin el apoyo fiel de los miembros de
la Comunión Internacional de la Gracia
en España y de los leales colaboradores, como tú, detrás, la producción y envío de de cada nuevo número de nuestra revista no sería posible.
Es curioso que fueran mayoritariamente mujeres las que apoyaron con
sus recursos el ministerio público de Jesús, a pesar de que no eran las que tenían más en aquella época y cultura.
Pero así sucede también hoy, el número
mayoritario de aquellos que apoyan
Verdad y Vida con sus donativos, son
mujeres. Tú eres una parte muy importante del reparto, con tu apoyo podemos
repetir las palabras finales del discurso
del rey pronunciado por Jorge VI aquel
3 de septiembre de 1939: “…¡con la
ayuda de Dios prevaleceremos!
Verdad y Vida Octubre - Diciembre 2016
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