Verdad y Vida Julio-Septiembre 2017 | Page 10

reino, no los que se consideran a sí mis- mos espiritualmente ricos (Mateo 5:3) . La respuesta que Dios espera de nosotros es la de reconocer que depen- demos de él, que necesitamos recibir vida de nuestro Creador y Redentor. Para arrepentirnos necesitamos la hu- mildad por medio de la que podemos recibir lo que Jesús nos ofrece. El orgullo, en cambio, es la actitud opuesta a la de un corazón dispuesto a confiar y a recibir. El orgullo insiste en pagar, en obtener lo que cree que me- rece. Insiste en que no necesita la gra- cia o el amor de Dios. El orgullo rechaza tener que rendir cuentas a alguien o a algo, incluyendo a Dios. El orgullo dice que en realidad no hay nada que nece- site cambiar en nosotros. En contraste, el humilde reconoce que no puede dar- se vida a sí mismo. En su lugar admite que necesita no solo ayuda, sino la transformación, la renovación, la restau- ración y la reconciliación que solo Dios puede darle. Jesús dio la bienvenida a todos y se entregó a sí mismo en rescate por to- dos: “Él es el sacrificio por el perdón de nuestros pecados, y no sólo por los nuestros sino por los de todo el mundo” (1 Juan 2:2) . La respuesta que Dios es- 10 Verdad y Vida Julio – Septiembre 2017 pera incluye la aceptación agradecida de su perdón incondicional, el recono- cimiento de que somos pecadores y que sin él estaríamos destinados a la muerte eterna. Jesús advierte a los que no lo acep- ten con las consecuencias de su recha- zo. La aceptación y el amor incondicio- nal que Jesús ofrece a cada ser huma- no nos emplazan a responder de una forma en particular, no a no responder ni a cualquier clase de respuesta. Igual- mente que cuando alguien te da un re- galo, espera que tu respuesta sea la aceptación del mismo, no tu rechazo ni ignorar su ofrecimiento. Las diferentes clases de respuesta que le podemos dar a Jesús son evi- dentes en las Escrituras. La parábola del sembrador y las semillas, siendo las semillas su Palabra, muestra esto cla- ramente. Hay cuatro clases distintas de terreno, y solo uno representa la res- puesta receptiva que Jesús está bus- cando. En numerosas ocasiones Jesús habla sobre recibirlo o rechazarlo, o a sus palabras y enseñanzas, a su Padre celestial y a sus discípulos. Hay una diferencia entre aquellos que le siguen y aquellos que no lo hacen. Jesús asemeja a los primeros con aquellos que responden a la invita- ción a una boda, y los compara con aquellos que rechazan la invitación: “Nuevamente mandó a otros siervos y les ordenó: ‘Decid a