a su madre, más que a su esposa o a
sus hijos, y más que a sus hermanos o
a sus hermanas. No podéis seguirme, a
menos que me améis más que a vues-
tra propia vida. Si no estáis dispuestos a
morir en una cruz, y a hacer lo que yo
os diga, no podéis ser mis discípulos”
(Lucas 14:26-27 Traducción en Lenguaje
Actual, 2002) .
Cuando aceptamos a Jesús como
Salvador y Señor de nuestras vidas te-
nemos que dejar de vivir para nosotros
mismos, porque nuestro viejo hombre
muere, como el apóstol Pablo afirmó:
“Porque ninguno de nosotros vive para
sí mismo, ni tampoco muere para sí. Si
vivimos, para el Señor vivimos; y si mo-
rimos, para el Señor morimos. Así pues,
sea que vivamos o
que muramos, del
Señor somos” (Ro-
manos 14:7-8), y
porque pertenece-
mos a otro: “¿A-
caso no sabéis
que vuestro cuer-
po es templo del
Espíritu Santo, quien está en vosotros y
que habéis recibido de parte de Dios?
No sois vosotros vuestros propios due-
ños” (1 Corintios 6:19) .
Nuestras vidas están completamen-
te en sus manos, bajo su provisión y di-
rección. Somos lo que somos en rela-
ción con él. Porque estamos unidos a
Cristo, es que no somos nosotros los
que vivimos ya en la vieja vida que te-
níamos, sino en la nueva vida con la
que resucitamos en su resurrección. El
apóstol Pablo declaró así esta verdad:
“He sido crucificado con Cristo, y ya no
vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo
que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por
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Verdad y Vida Julio – Septiembre 2017
la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y
dio su vida por mí” (Gálatas 2:20) .
Jesús murió por todos los seres
humanos y los reconcilió a todos con
Dios, pero hizo eso como nuestro Señor
y Salvador. Él y su amor inmerecido nos
llaman a responderle, a recibir y aceptar
exactamente lo que nos ha hecho ser
en él y lo que nos ofrece, de acuerdo a
quien él es: ¡Nuestro Señor y Salvador,
nada más y nada menos!
Aceptar y recibir el regalo que Dios
nos ha dado, y lo que nos ha hecho ser
en Cristo, conlleva el costo de arrepen-
tirnos, de vaciarnos de todo lo que pue-
da impedirnos recibir lo que nos ha