reino, no los que se consideran a sí mis-
mos espiritualmente ricos (Mateo 5:3) .
La respuesta que Dios espera de
nosotros es la de reconocer que depen-
demos de él, que necesitamos recibir
vida de nuestro Creador y Redentor.
Para arrepentirnos necesitamos la hu-
mildad por medio de la que podemos
recibir lo que Jesús nos ofrece.
El orgullo, en cambio, es la actitud
opuesta a la de un corazón dispuesto a
confiar y a recibir. El orgullo insiste en
pagar, en obtener lo que cree que me-
rece. Insiste en que no necesita la gra-
cia o el amor de Dios. El orgullo rechaza
tener que rendir cuentas a alguien o a
algo, incluyendo a Dios. El orgullo dice
que en realidad no hay nada que nece-
site cambiar en nosotros. En contraste,
el humilde reconoce que no puede dar-
se vida a sí mismo. En su lugar admite
que necesita no solo ayuda, sino la
transformación, la renovación, la restau-
ración y la reconciliación que solo Dios
puede darle.
Jesús dio la bienvenida a todos y se
entregó a sí mismo en rescate por to-
dos: “Él es el sacrificio por el perdón de
nuestros pecados, y no sólo por los
nuestros sino por los de todo el mundo”
(1 Juan 2:2) . La respuesta que Dios es-
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Verdad y Vida Julio – Septiembre 2017
pera incluye la aceptación agradecida
de su perdón incondicional, el recono-
cimiento de que somos pecadores y
que sin él estaríamos destinados a la
muerte eterna.
Jesús advierte a los que no lo acep-
ten con las consecuencias de su recha-
zo. La aceptación y el amor incondicio-
nal que Jesús ofrece a cada ser huma-
no nos emplazan a responder de una
forma en particular, no a no responder ni
a cualquier clase de respuesta. Igual-
mente que cuando alguien te da un re-
galo, espera que tu respuesta sea la
aceptación del mismo, no tu rechazo ni
ignorar su ofrecimiento.
Las diferentes clases de respuesta
que le podemos dar a Jesús son evi-
dentes en las Escrituras. La parábola
del sembrador y las semillas, siendo las
semillas su Palabra, muestra esto cla-
ramente. Hay cuatro clases distintas de
terreno, y solo uno representa la res-
puesta receptiva que Jesús está bus-
cando. En numerosas ocasiones Jesús
habla sobre recibirlo o rechazarlo, o a
sus palabras y enseñanzas, a su Padre
celestial y a sus discípulos.
Hay una diferencia entre aquellos
que le siguen y aquellos que no lo
hacen. Jesús asemeja a los primeros
con aquellos que responden a la invita-
ción a una boda, y los compara con
aquellos que rechazan la invitación:
“Nuevamente mandó a otros siervos y
les ordenó: ‘Decid a