Verdad y Vida JUL-SEP 2016 | Page 5

hizo lo que le había dicho Elías, de modo que cada día hubo comida para ella y su hijo, como también para Elías. Y tal como la palabra del SEÑOR lo había anunciado por medio de Elías, no se agotó la harina de la tinaja ni se acabó el aceite del jarro” (1Reyes 17:14-16). E incluso por su oración de intercesión Dios resucitó al hijo de la viuda: “Entonces clamó: ‘SEÑOR mi Dios, ¿también a esta viuda, que me ha dado alojamiento, la haces sufrir matándole a su hijo?’. Luego se tendió tres veces sobre el muchacho y clamó: ‘¡SEÑOR mi Dios, devuélvele la vida a este muchacho!’. El SEÑOR oyó el clamor de Elías, y el muchacho volvió a la vida. Elías tomó al muchacho y lo llevó de su cuarto a la planta baja. Se lo entregó a su madre y le dijo: ‘¡Tu hijo vive! ¡Aquí lo tienes!’. Entonces la mujer le dijo a Elías: ‘Ahora sé que eres un hombre de Dios, y que lo que sale de tu boca es realmente la palabra del SEÑOR’” (1 Reyes 17:20-24). ¿Cómo podrían nuestras oraciones compararse con aquellas de un hombre poderoso de Dios como Elías? La verdad es que entre algunos de esos sorprendentes milagros Elías también pudo sentirse frustrado, solo, deprimido, enojado, lleno de dudas y deseando estar muerto. Nota como se sintió este gran profeta el mismo día después del gran milagro del fuego del cielo. Justo acababa de recibir una amenaza de muerte de la malvada reina Jezabel, y se nos dice en 1 Reyes 19:3-4: “Elías se asustó y huyó para ponerse a salvo. Cuando llegó a Berseba de Judá, www.comuniondelagracia.es dejó allí a su criado y caminó todo un día por el desierto. Llegó adonde había un arbusto, y se sentó a su sombra con ganas de morirse. ‘¡Estoy harto, SEÑOR!’, protestó. ‘Quítame la vida, pues no soy mejor que mis antepasados’”. Sin duda Elías era un hombre como nosotros. Este episodio de la vida de Elías terminó en el Monte Horeb, donde Dios le presentó a Elías un viento poderoso, un terremoto rugiente y un fuego consumidor. Pero Dios no se encontró con Elías en ninguno de ellos. En su lugar, Dios se encontró con él en un murmullo suave y apacible. A menudo pensamos que Dios no está con nosotros al menos que estemos haciendo las llamadas cosas “grandes” para Dios. Pero he aquí lo que tenemos que recordar: Estamos más próximos a Dios cuando estamos escuchando su silbo apacible que cuando somos atrapados haciendo lo que creemos son grandes cosas en su nombre. Los vientos poderosos que parten hasta las montañas, los terremotos y los fuegos son fáciles de escuchar, pero los susurros delicados requieren de gran atención. Con la fortaleza y la seguridad de aquel susurro delicado Elías continuó llevando a cabo la obra que Dios tenía para él. Sí, Elías era un ser humano como nosotros, teniendo la misma clase de temores, preocupaciones, dificultades y desafíos que tenemos nosotros, y si Dios escuchó sus oraciones, escuchará las nuestras también. Verdad y Vida Julio – Septiembre 2016 5