Verdad y Vida JUL-SEP 2016 | Seite 20

LA PÁGINA DE TAMMY TKACH El favor del Rey C como a muchos americanos me   gusta estar al día con respecto a la realeza europea. El nacimiento del príncipe George, en el Reino Unido, o de la princesa Leonor, en España, fue una gran noticia, no solo por la felicidad de sus padres sino también por toda la historia detrás de esos bebés. Al leer sobre los reyes y sus cortes y ver documentales y películas históricas he notado que la vida no es fácil para la cabeza que lleva la corona, ni tampoco para muchos cercanos a ella. Cualquiera podía gozar de su favor un día y ser degollado al siguiente. Incluso los más cercanos al rey no estaban seguros. En los días de Enrique VIII las cabezas rodaban con una frecuencia alarmante. En el pasado los reyes decidían arbitrariamente si alguien era de su agrado o no. A menudo usaban a las personas para llevar a cabo sus propios planes. La corte, y a veces todo el país, contenía la respiración colectiva cuando moría el rey, ya que no sabían si estaban mejor con la tiranía que conocían o con la que vendría. Es fácil ver el porqué de los legalismos en el cristianismo, y porqué confundimos la naturaleza de Dios con características de líderes, padres y otros en autoridad. Para los que vivían bajo una monarquía, el rey estaba casi en el mismo nivel que Dios. Lo que decía era ley y todos estaban a su merced, incluso si 20 Verdad y Vida pensaban que estaban lejos como para ser notados. Cuando no comprendemos quien es Dios podemos pensar que también hace leyes arbitrarias, que estamos a la merced de su ira, y que si permanecemos lejos podemos volar sin ser detectados por su radar. Después de todo, quizás esté demasiado ocupado como para preocuparse de cada uno. Está lejos en alguna parte en el cielo. O pensamos que si podemos permanecer bajo su favor estaremos seguros. Para muchos de lo que se trata es de ganarse su favor siendo buenos. Pero Dios no es como los reyes humanos. Gobierna el universo con amor, misericordia y gracia. Él no es arbitrario en forma alguna y no juega con nuestras vidas. Nos valora y nos respeta como los hijos que ha creado. No decide por capricho quien vive y quien muere, sino que nos permite vivir nuestras vidas y tomar nuestras propias decisiones para lo mejor o para lo peor. Nadie tiene que preocuparse sobre si está o no en la gracia de nuestro Rey Jesús. Vivimos en la gracia constante, amorosa y completa de Dios. Él no le pone límites. No la da un día y la quita al siguiente. N