LA
PÁGINA DE
TAMMY TKACH
El favor del Rey
C
como a muchos
americanos me
gusta estar al
día con respecto a la realeza europea. El nacimiento del
príncipe George, en el Reino Unido, o de
la princesa Leonor, en España, fue una
gran noticia, no solo por la felicidad de
sus padres sino también por toda la historia detrás de esos bebés.
Al leer sobre los reyes y sus cortes y
ver documentales y películas históricas
he notado que la vida no es fácil para la
cabeza que lleva la corona, ni tampoco
para muchos cercanos a ella. Cualquiera
podía gozar de su favor un día y ser degollado al siguiente. Incluso los más cercanos al rey no estaban seguros. En los
días de Enrique VIII las cabezas rodaban
con una frecuencia alarmante.
En el pasado los reyes decidían arbitrariamente si alguien era de su agrado o
no. A menudo usaban a las personas
para llevar a cabo sus propios planes.
La corte, y a veces todo el país, contenía la respiración colectiva cuando
moría el rey, ya que no sabían si estaban mejor con la tiranía que conocían
o con la que vendría.
Es fácil ver el porqué de los legalismos en el cristianismo, y porqué confundimos la naturaleza de Dios con características de líderes, padres y otros en autoridad. Para los que vivían bajo una
monarquía, el rey estaba casi en el mismo nivel que Dios. Lo que decía era ley y
todos estaban a su merced, incluso si
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Verdad y Vida
pensaban que estaban lejos como para
ser notados.
Cuando no comprendemos quien es
Dios podemos pensar que también hace leyes arbitrarias, que estamos a la
merced de su ira, y que si permanecemos lejos podemos volar sin ser detectados por su radar. Después de todo,
quizás esté demasiado ocupado como
para preocuparse de cada uno. Está lejos en alguna parte en el cielo. O pensamos que si podemos permanecer bajo
su favor estaremos seguros. Para muchos de lo que se trata es de ganarse su
favor siendo buenos.
Pero Dios no es como los reyes humanos. Gobierna el universo con amor,
misericordia y gracia. Él no es arbitrario
en forma alguna y no juega con nuestras
vidas. Nos valora y nos respeta como los
hijos que ha creado. No decide por capricho quien vive y quien muere, sino
que nos permite vivir nuestras vidas y
tomar nuestras propias decisiones para
lo mejor o para lo peor.
Nadie tiene que preocuparse sobre si
está o no en la gracia de nuestro Rey Jesús. Vivimos en la gracia constante, amorosa y completa de Dios. Él no le pone límites. No la da un día y la quita al siguiente. N