23 Agosto, 1962
Luca, tu carta me ha sorprendido inmensamente y me ha hecho volver en el tiempo. Cada uno de nuestros recuerdos permanecen en mi mente, desde el primer día que nos encontramos en la biblioteca algo de ti llamó mi atención. Supongo que fue tu persistente mirada a través del cuarto o como, aunque fuera por poco tiempo, te sumergías en lo que fuera que estuvieras leyendo con tanta pasión que nada en tu alrededor podía distraerte. Fue tal mi sorpresa cuando dejaste de ir, que al séptimo día de tu ausencia, me atreví a preguntar por ti con la encargada, Astrid Becher. Evidentemente no sabía nada, siempre tuvo esa expresión de desinterés por el mundo fuera de su persona que ahora ni siquiera sé por qué le pregunté a ella. Pasaron un poco más de días, finalmente me resigné a pensar que nunca te volvería a ver y dejé de buscarte hasta esa tarde, cuando por fin hablamos. Sé que cuando nos conocimos te dije que nunca te había visto, pero es momento de que sepas la verdad. Fue tal nuestra conexión que sentía como si ya nos conocieramos; como tú dijiste, coincidimos en todas las opiniones. A pesar de mis largas jornadas de trabajo y mis estudios, las siguientes semanas fueron increíbles. Llegar a conocerte me hizo sentir en un sube y baja de emociones gracias a tu constante necesidad de confundirme. Enojo, tristeza, felicidad, emoción, todo.
Ahora todo es monótono, rutinario. Espero que en tu lado del muro la vida siga siendo una aventura. Te extraño siempre, Matilda
PD. No dejes de ir a nuestro fuerte, sé lo mucho que te gusta.
PD. 2 No pienses en cruzar el muro, no pienso perderte. Y cuéntame más sobre Peter Fletcher, aquí casi no se atreven a hablar del muro.
15 de diciembre, 1962
No puedo creer tu hermano esté a punto de tener un segundo hijo. Me llena de emoción y alegría, hazle llegar mis mejores deseos cuando te llegue esta carta. Recuérdale que no hay mejor fecha para nacer que 27 de diciembre, que yo haya nacido ese día es sólo coincidencia. Ya está a la vuelta de la esquina, al igual que Navidad.