Yo estaba sorprendida de la buena manera que él tomó la pregunta. Era un joven muy alto, con ojos azules. Era el hombre perfecto; se llamaba Daniel. Él escribió algo en mi mapa y sin más salí corriendo a la dirección que él me había marcado. Al final de un callejón oscuro al sur de la ciudad, había una pequeña oficina que estaba entre cerrada.
No estaba muy segura de lo que podría hacer. Al entrar a la oficina, mi cabeza se llenó de pensamientos extraños. Podría perderlo todo, por la sencilla razón de buscar algo que podría ser imposible, no quería arrepentirme pero no podía hacer nada pues ya estaba ahí, decidida a irme a la guerra. Estaba llenando el papeleo correspondiente para alistarme, en ese instante sonó la campana de la puerta de la oficina. No podía creerlo era el joven alto de ojos azules que me ayudó a encontrar el lugar. Me puse nerviosa, estaba temblando y no sabía si voltear. El joven llamado Daniel se acercó hacia mí, él sabía perfectamente que era yo.