Angelica Vanessa
vecindad
La mujer después del temblor
Cada temblor nos reuníamos alrededor de la pileta
bajo el crujir viejo y borracho del bambú.
Comíamos jocotes con sal
y tirábamos las semillas hacia el ojo fiero del aire.
Entonces venían las historias de miedo.
La de la mujer vecina
cuya piel nunca envejecía
a base de candela de cebo y baños de leche de cabra.
Su belleza asustaba.
Los gusanos ciegos y blancos hacían una fiesta
alrededor de su casa vieja y raída.
Por la noche, ella salía a alimentarlos con agua dulce.
Ellos se regocijaban,
brillaban sobre la tierra c