vecindad
De poeta a poeta
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y el tú-ustedes que representa a otro(s) poeta(s) de nuestra época. Hasta
este momento Akcoo ha dicho, todos (tú, ustedes y yo) somos superficial
e históricamente iguales o igualables. Léase este punto con cuidado y de
ser necesario vuélvase a iniciar la lectura de este texto pues lo que viene es
un estrambote crítico que descalifica a gran parte de la escritura de nuestra
época; así termina el poema diciendo:
¡Pero no os perdono
Porque nunca,
Del jamás!
se os ocurría
pensar, como yo
en Poesía.
William Akcoo es categórico en este punto: la Poesía es más importante
que el poeta. De manera franca y directa, el poeta denuncia la pose falsa
e impostada de quienes pretenden actuar como ‘poetas’ sin detenerse a
reflexionar sobre la estética ni la ontología que precede y permea el poema.
Carlos Aguasaco
[email protected]
Nueva York, marzo 2 de 2013.
Andrés Layos
En su libro El inculpado (1999) el poeta William Akcoo (William Beltrán
1973-2011) incluyó un poema en que pone en duda la autenticidad estética y filosófica de gran parte de la escritura que se practica en nuestra
época. Veamos, el poema “De poeta a poeta” (40-1) presenta desde el título una dualidad e igualdad aparente entre dos versiones contemporáneas
de la práctica literaria. El poeta, en este caso la voz de Akcoo, comienza
con una descripción de la cotidianidad en que se desenvuelve cualquier
poeta de nuestra época. Lo primero es caminar, agotar el camino –nos
dice. En efecto los poetas son caminantes, recorren las calles, las ciudades,
los continentes. En ese recorrido van “Vaciando de vez en cuando / los
bolsillos”. Por lo general, el poeta se enfrenta a la carencia de recursos
pues la escritura no es un negocio y el recorrido demanda gastos que en
muchos casos lo dejan sin un centavo ¿Qué poeta no ha experimentado
esta circunstancia? La escritura, bien lo advierte William, no es solamente
experiencia sino que demanda lectura. Por ello, en su descripción nos
representa las circunstancias en que se lleva a cabo esa práctica:
Ojeabais de memoria
algún libro,
ó de pronto, angustiado
sorbíais café sobre una mesa.
Con estos dos trazos William logra representar una escena que sin duda
se repite en la vida de cada escritor. El poeta camina, es decir vive, obsesionado con un libro que lo ha marcado; un libro releído hasta casi
descuadernarlo como una mina de diamantes a la que se le trata de extraer toda su riqueza. El poeta pone el volumen sobre la mesa de un café,
o un bar, y bebe angustiado. ¿Qué le angustia? ¿Un recuerdo, una duda? o
sus anversos ¿Un presentimiento o una certeza? La descripción enumerativa que sigue, precisa la respuesta:
Tendíais también los ojos
en el suelo rojizo
- color pereza Presintiendo lágrimas
ausentes, siempre
por vehemencia .
Ni hablar de las puntillas
de los dedos sin cigarros .
Ni de uno que otro
pensar en no pensar
en la lascivia.
El concepto clave es la ausencia temporal o espacial que el poeta
interioriza, es decir asume como quien pasa un trago agrio de licor, al
bajar la mirada en un acto dual de evocación y augurio. Los cigarros, ya
consumidos, apuntan hacia el pasado mientras que la lascivia lo mantiene
atado al presente. El poeta reflexiona sobre el ritual dionisíaco y sobre su
propensión personal a la lujuria. Repito la pregunta del comienzo ¿Qué
poeta no ha experimentado esta circunstancia? No obstante, el poeta no
se queda en esa reflexión sino que se levanta para unirse a sus contemporáneos, por un momento deja de ser esa conciencia del mundo y de
la historia encarnada en un sujeto y pretende, o intenta, ser una persona
más en el café o en el bar:
Arrodillabais luego
bajo la sombra de un arbusto,
o molestabais con sentires
los mortales .
Luego viene de manera sucinta un trazo sobre la condición existencial y
metafísica del poeta que, como hombre de nuestra época, ha sido interpelado por ideologías y creencias:
Pensabais en Dios,
de vez en cuando .
Y prometíais el vicio
de arrojaros por las calles
agrisadas.
Hasta aquí llega la igualdad, la simetría aparente, entre la voz poética