Valija de vida saludable_propuesta de talleres de prevencion Recursero Educación Primaria | Page 9

El príncipe se incorporó en el lecho y abrió grandes los ojos, mudo de asombro. ―Tu padre te ha impuesto tres tareas ―continuó el hada―, no creas que son tan difíciles como supones. Descansa esta noche sin agitarte por el futuro y mañana cuando partas yo te protegeré. Ondulando en su luminosidad, el hada puso en sus manos una cadena de plata con un talismán mágico. 8 ―Ponte esto alrededor del cuello y cuando me necesites frótalo tres veces. ―Y desapareció antes que sus palabras se dejaran de escuchar. A la mañana siguiente, el príncipe partió a caballo con gran excitación. Con el viento en el rostro y el talismán al cuello, sentía que tenía todo el mundo por delante. Salió del castillo, atravesó el reino de su padre y traspasó la frontera por primera vez. Durante tres días cabalgó sin pausa, durmiendo junto a su caballo cuando llegaba la noche. Cada vez que su camino se bifurcaba, el hada se manifestaba para guiarlo por dónde seguir. Así fue que llegó a un país desconocido. En medio del valle que se extendía delante suyo, había un jardín rodeado por altas murallas. Tras ellas podía vislumbrarse la exuberancia de la naturaleza que guardaban. Atila galopó hacia allí hasta alcanzar una pesada puerta de madera que, al tocarla, se abrió inmediatamente. Ató las riendas de su caballo a la puerta y caminó por un huerto, entre manzanos cargados de fruta. En ese instante, escuchó la voz del hada que hablaba en su oído: “Este es el jardín mágico donde crecen las manzanas de la vida; toma una de ellas, príncipe”. Entonces Atila agarró una manzana roja y brillante. Pero en el instante en que la desprendió del árbol, una multitud de pequeñas criaturas voladoras zumbó a su alrededor picándolo furiosamente en las manos, la cara y el cuello; Atila gritó de dolor, en tanto tomó su talismán y lo frotó lo más rápido que pudo. Inmediatamente, todas las criaturas desaparecieron y las picaduras dejaron de dolerle. Guardó la manzana en su morral, al tiempo que montó en su caballo y se alejó a todo galope del jardín mágico. Sólo cuando estuvo a cierta distancia respiró con alivio y comprendió que había pasado la primera prueba. Ahora con más tranquilidad, el príncipe comenzó a cabalgar por un nuevo paisaje. Se tomó su tiempo para contemplar a su alrededor, descubriendo así la belleza que lo rodeaba. Las verdes colinas parecían no tener fin y las flores se agrupaban en manojos multicolores, decorando el suelo hasta un arroyo de plata cuya s márgenes se cubrían de musgo. Bajó de su caballo de un salto, le aflojó las riendas y ambos saciaron su sed 8 en el agua deliciosa. El caballo se puso a mordisquear el pasto tierno y Atila, al verlo, recordó que tenía mucha hambre. En ese momento, tres niñas bonitas se acercaron con canastos de ropa lavada. Cantando y riendo, empezaron a extenderla sobre los arbustos para secar. Al ver al príncipe, dejaron lo que estaban haciendo y corrieron hacia él con curiosidad. ― ¡Buenos días! ―dijo el príncipe― ¿Podrían decirme dónde puedo encontrar alojamiento para pasar la noche? Mi caballo y yo estamos muy cansados. 9 9