Valija de vida saludable_propuesta de talleres de prevencion Recursero Educación Primaria | Page 10

La niña más pequeña lo tomó de la mano, lo llevó colina arriba y desde allí le indicó una granja, de donde podían verse redondas nubes de humo salir por la chimenea. Al llegar fue recibido por el granjero y su mujer, que lo trataron con amabilidad y le ofrecieron quedarse un tiempo en su casa. 9 Era ya tarde por la noche cuando se encontraban cenando sentados a la mesa. De pronto se oyeron unos débiles golpes en la puerta y el granjero se levantó para abrirla. ― ¿Quién podrá ser a estas horas? ―exclamó. Parado allí, un anciano mendigo empapado por la lluvia, mal se sostenía sobre sus piernas. Entre los tres lo ayudaron a entrar y lo envolvieron con una frazada. Luego de beber un tazón de caldo caliente, el anciano se durmió acurrucado junto al fuego. Horas más tarde, cuando los demás también dormían, Atila se despertó al escuchar un quejido que venía de la cocina. Se levantó para ver de qué se trataba, y encontró al anciano gimiendo muy enfermo, debatiéndose al borde de la muerte. En ese instante, sintió que su hada protectora le susurraba al oído: “La manzana de la vida, dale la manzana de la vida”. Entonces Atila sacó de su bolsillo la preciosa manzana, y se la fue dando al anciano de a pequeños mordiscos. A medida que comía, el anciano fue dejando de quejarse. Sus ojos se tornaron brillantes, su pelo fue volviéndose oscuro, sus brazos se ensancharon recuperando la musculatura y en un instante se transformó en un hombre fuerte y joven. Se levantó con energía y, dándole al príncipe una palmada amistosa, le dijo: ―Gracias, Atila. A cambio de tu bondad te daré algo que estás buscando. ―Y sacó de su bolsillo un anillo de oro con una piedra de ópalo de extraño brillo―. Aquí tienes, este es el anillo de la verdadera felicidad. ―Pero, ¿cómo sabes quién soy? ―preguntó el príncipe―. ¿Acaso eres un mago? ―No ―dijo el ex anciano―. Fui mandado aquí por tu hada protectora para traerte este anillo que me perteneció durante muchos años. Ahora, como me has dado la manzana de la vida, podré continuar mi búsqueda secreta durante otros cincuenta años. A la mañana siguiente, cuando el príncipe se despertó, el 9 viajero ya no estaba. El granjero y su mujer trataron de convencer a Atila para que se quedara más tiempo, pero el príncipe estaba decidido a partir. Así fue que les dio una pieza de oro, les agradeció por su hospitalidad y se alejó en su caballo rumbo al reino del fin del mundo. Atila dejó que su caballo lo llevara. Desde su montura veía alejarse todo lo conocido: árboles, valles, aldeas y casas. El desolado paraje donde se adentraba lo invitaba al silencio. Montañas rocosas y escarpadas se sucedían sin fin. Por la noche encontraron una caverna que les sirvió de refugio; en la densa oscuridad, un rayo de luz los iluminó con dulzura: era el hada. 10 10