― No estás lejos querido Atila . Mañana deberás atravesar la montaña y llegarás al palacio del Rey Mendoza , que se encuentra del otro lado . Allí está el espejo de la verdad ; te ayudaré a obtenerlo y a regresar a tu hogar . ― Diciendo esto , fue extinguiéndose junto con su luz , y la noche se cerró en la caverna .
Cuando el príncipe despertó , el sol brillaba alto en el cielo . No había nada para comer o beber , pero no le importó . Montó en su caballo y avanzó por el sendero . Su fiel alazán lo llevó con valentía por el camino , que cada vez se hacía más angosto bordeando un precipicio .
A la distancia vio un castillo gigante colgado de la cima de la montaña , justo en el fin del mundo . Había en él cien torres y en cada una brillaba una estrella dorada . El camino hacia el castillo era difícil , pero Atila llevó su cabalgadura con cuidado a lo largo de la senda y pronto , ante ellos , aparecieron las doradas puertas del castillo del Rey Mendoza .
― ¿ Qué es lo que deseas ? ― dijo el capitán de la guardia cuando el príncipe se acercó .
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― He venido a ver al Rey ― dijo Atila valientemente . En ese momento , el primer ministro llegó a la puerta para buscarlo . Atila había sido visto en el espejo de la verdad hacía unos minutos , así que fue conducido al salón del trono , donde el Rey Mendoza lo esperaba .
Sentado en su trono de marfil , el Rey lo observó sin alegría .
― Vivo en este castillo ― dijo ―; mis cofres están repletos de tesoros , mis establos de magníficos caballos y mis dominios son tan extensos que es imposible recorrerlos . Sin embargo estoy triste . Mi corazón no conoce la paz . Ya que has viajado hasta aquí , hijo mío , tal vez tengas una respuesta para darme .
― Su Majestad ― dijo Atila , quitándose el anillo de la verdadera felicidad ―. Póngase este anillo y tendrá aquello que le falta .
En cuanto el anillo tocó el dedo del Rey Mendoza , un torrente de felicidad se precipitó por sus venas e inundó cada parte de su cuerpo , cada rincón de su corazón . Saltó del trono completamente revitalizado y lleno de energía exclamó :
― Pídeme lo que quieras , príncipe . Aquello que nombres será tuyo . Porque ahora conozco lo que es la felicidad .
― ¿ Podrías darme el espejo de la verdad ? ― dijo Atila . Y el Rey contestó de inmediato :
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― ¡ De todo corazón !
Durante siete días y siete noches se realizaron fiestas en homenaje al príncipe . Atila pasó esos días compartiendo la alegría del Rey Mendoza y luego partió rumbo a su hogar , llevando el espejo de la verdad en la alforja .
Fue un largo viaje de regreso . Sin embargo , las ganas de llegar a casa eran tan fuertes que la voluntad del príncipe lo hacía cabalgar sin sentir cansancio .
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