Valija de vida saludable_propuesta de talleres de prevencion Recursero Educación Primaria | Page 8

Anexo: EL MARAVILLOSO VIAJE DEL PRÍNCIPE ATILA AL FIN DEL MUNDO 1 En las lejanas tierras de Oriente había un Rey que tenía un hijo llamado Atila. El príncipe había crecido, y su padre se preguntaba cómo podría prepararlo para que encontrara el camino correcto. Así fue que se reunió con los tres ancianos más sabios de su reino para pedirles 7 consejo. ― ¿Cómo puedo poner a prueba a mi hijo para saber si es realmente valiente y digno de sucederme como Rey? ―les preguntó. El primero de los consejeros le propuso: ―Mándelo en busca del jardín mágico donde crecen las manzanas de la vida y que traiga una para su Majestad. El segundo dijo: ―Envíelo a procurar el anillo de la verdadera felicidad. Y el tercero agregó: ―Que el príncipe consiga el espejo de la verdad que está en el palacio del Rey Mendoza, en el fin del mundo. El Rey aceptó los consejos y mandó llamar a su hijo. Cuando éste se presentó, le apoyó la mano en el hombro y le habló de la siguiente manera: ―Querido Atila, ya tienes la edad suficiente para salir al mundo. A fin de probarte, quiero que emprendas un viaje. En él vivirás cosas distintas y enfrentarás peligros. Confío en que conseguirás cuidarte y regresarás trayéndome tres elementos valiosos que voy a encomendarte. ― ¿Qué elementos son esos padre? ―preguntó el príncipe con inquietud. ―Una manzana de la vida que crece en el jardín mágico, el anillo de la verdadera felicidad y el espejo de la verdad del reino del fin del mundo ―concluyó el Rey. El príncipe consintió de inmediato en ir en busca de tales maravillas, y el Rey dio una gran fiesta en honor de la partida de su hijo. 7 Esa noche, cuando Atila se encontró solo en su lecho, la ansiedad por el viaje le impedía conciliar el sueño. Se preguntaba cómo haría para emprender tan extraño viaje y si sería capaz de valerse por sí mismo, cuando de repente una luz brillante se encendió a su lado. De ella fue elevándose una forma fantástica; una mujer alada, apenas perceptible en el resplandor, se dirigió a él con suavidad: ―No temas Atila ―dijo la hermosa criatura―. Soy tu hada protectora y estoy aquí para ayudarte. 1 Versión de Mariana Fernández. 8 8