Sabemos que los vacceos diseñaron meticulosamente sus espacios
urbanos y que las diferentes áreas
funcionales responden a un programa constructivo bien meditado. El cementerio de Las Ruedas, así como el
ustrinum de Los Cenizales donde se
desarrollaban las cremaciones correspondientes al ritual de incineración
normativo de este pueblo, se situaron
en la margen izquierda del arroyo de La
Vega, justamente en la contraria a la de
la ciudad de Las Quintanas. El espacio
cementerial quedaba delimitado por el
trazado —probablemente no natural—
del cauce formando un ángulo recto, al
que se suma por el sur una larga zanja,
excavada en unos dos metros de anchura por un metro de profundidad, que
cierra un espacio triangular de unas seis
hectáreas. Si este espacio acogió durante medio millar de años a unas veinte
generaciones de vacceos y romanos de
una población de varios miles de habitantes de Las Quintanas, cabría pensar
en la existencia bajo el subsuelo de Las
Ruedas de varias decenas de miles de
enterramientos. El yacimiento cuenta
con una segunda necrópolis de incineración en el barrio artesanal de Carralaceña, al otro lado del río Duero, de
la que únicamente se conocen dos se-
pulturas. Pero además, disponemos de
otros testimonios funerarios localizados
en los niveles vacceos-romanos de las
viviendas de Las Quintanas: hasta nueve inhumaciones de neonatos fueron
encontradas, viniendo a documentar
aquel testimonio de Plinio el Viejo que
señala que ‘es costumbre universal no
incinerar a una persona antes de que le
salgan los dientes’.
El ritual normativo de la cremación implica la manipulación de una
persona para recoger, seleccionar y lavar los restos calcinados de la combustión, incorporarlos, las más de las veces,
a una urna de cerámica y dar traslado
de los mismos al hoyo abierto en el cementerio, donde ajuares y ofrendas de
carácter viático, con alto contenido simbólico, acompañarán al difundo en su
camino al Más Allá. En este caso el fuego purificador constituye el paso previo
a su incorporación al mundo subterráneo, cuyo vínculo con la superficie se
mantiene mediante la estela funeraria.
Un tercer ritual funerario, el de
exposición a los buitres, pudo también
ser utilizado entre los vacceos. Los argumentos que presentamos, si se considera desmontado el testimonio de
Claudio Elian