Universo Bíblico Magazin Cuando un Cónyuge es Infiel | Page 8

Cuando no buscamos a Dios para que satisfaga nuestros más profundos anhelos, escogemos a otros para que lo sustituyan. A menudo nuestro cónyuge se siente ~<víctima» porque esperamos que satisfaga nuestra necesidad más profunda. Cuando nuestro cónyuge falla (y todos fallan), nuestra sed de romance divino se puede reducir a un simple anhelo físico de gratificación sexual que nuestra sociedad hedonista y autoindulgente apoya.

Un añoro de sentirse conectado. Todos anhelamos pertenecer a alguien. Dios nos hace para que nos conectemos con Él y con los demás. Jesús pidió en oración que disfrutáramos la unidad que 1~1 disfrutaba con su Padre (Juan 17:21). La unidad ha de refleiarse en la intimidad física y emocional del matrimonio (Génesis 2:24).

Sin embargo, si no prestamos atención a nuestro corazón, nos vamos a conformar con los adornos externos de la conexión con nuestros cónyuges sin disfrutar la unidad interior que Dios quiso que tuviéramos. Si no cultivamos una relación íntima con Dios, nuestro matrimonio se reducirá a una relación de conveniencia egoísta sin conexión significativa. A la larga vamos a procurar satisfacer nuestra sed en otra parte.

Corazones que sufren. Nuestro dolor más significativo a menudo viene en forma de desengaño y traición en el contexto de nuestra sed de amor, aceptación y pertenencia.

Todos llevamos al matrimonio un dolor emocional que puede haber venido de relaciones problemáticas pasadas o del hecho de que las mismas no nos dieron amor genuino.

Nuestra visión del matrimonio a menudo se ve empañada por la expectativa no realista de que nuestro cónyuge finalmente va a satisfacer nuestra sed de romance y conexión.

Aunque un cónyuge amoroso y fiel puede proporcionar una intimidad genuina y encantadora, no hay cónyuge que pueda compensar la falta de intimidad con Dios que tiene la otra persona.

Lamento por la pérdída del romance. Todos los cónyuges deben enfrentar la decepcíón en su matrimonio. Ningún matrimonio se escapa porque el amor de ningún cónyuge es perfecto ni tampoco puede satisfacer nuestra sed de romance divino. Si no enfrentamos la decepción y la dejamos que nos lleve de vuelta a Dios, no sólo perdemos nuestro romance con Él, sino que también saboteamos un deleite saludable en nuestro cónyuge.

En lugar de buscar a nuestro cónyuge, le culpamos de nuestro dolor. En vez de lamentar la pérdida del romance en nuestra relación con Dios y con nuestro cónyuge, usamos sutilmente nuestro dolor para justificar la búsqueda de consuelo emocional y físico en los brazos de otro amante.

Dolor por la pérdida de conexión. Cuando no nos sentimos conectados nos sentimos distantes. En lugar de unidos, nos sentimos separados y solos en una relación que nos parece hostil, no sanadora. Cuando sentimos la falta de conexión en el matrimonio viene también la desilusión.

Terminamos haciendo las cosas por rutina porque ~~nuestro corazón no está en ello~~. Reducimos nuestras expectativas y vivimos por las ~~reglas~~, pero no porque sintamos deseos profundos.

Hasta los matrimonios buenos son decepcíonantes, difíciles y exigentes. No satisfacen nuestros anhelos más profundos ni tampoco están tan desprovistos de dolor como esperábamos.

Más bien son complicados y requieren un mantenimiento constante.

La tentación de una aventura amorosa apela al anhelo de una relación perfecta que satísfaga nuestra sed, no inflija dolor ni haga exigencias. La frase de lamento que dice: ~~Es triste pertenecer a alguien cuando se encuentra a la persona adecuada~~ es la cancioncita de muchos cónyuges infieles. La esperanza es que tal vez la próxima persona satisfaga la sed de amor y calme el dolor. En realidad, la búsqueda de una aventura para lidiar con la sed y el dolor de nuestro corazón es un intento necio de tratar de volver al Edén.