Un mundo sin prisa Edición No. 4 | Page 14

Virgen Milagrosa

Legado de FE para Soraya

“El primero de esos instantes memorables sucedió en el verano después del diagnóstico de mi madre. Había llegado de estudiar, tenía apenas veinte años y y estaba enfrentada a la enfermedad de mi mamá y a la incapacidad de poder ayudarla. Tenía además pavor de perderla. Dudaba, para mis adentros, de la eficacia de los tratamientos y temía que estuviera sufriendo demasiado. Viviamos aún en Point Pleasant, aquel hermoso pueblo junto al mar en New Jersey. Como buena Piscis, el mar me daba serenidad, encontraba consuelo en el océano. Pasaba las tardes caminando, respirando el aire salado del Atlántico, despejando mi mente. Una tarde gris, de mucha brisa, quise salir a tomar el aire del mar. Recién habíamos llegado del consultorio médico y mamá se había quedado descansando.

Cogí la bicicleta y salí rumbo a la playa.

Me descalcé, como siempre, me remangué los

blue jeans para caminar sintiendo cada grano de arena bajo mis pies.

Recé. Me comuniqué mucho con Dios.

En ese mismo instante, algo rozó el dedo de mi pie. Miré hacia abajo y vi un collar viejo y oxidado que reposaba sobre la arena húmeda. Sumergí las manos en el agua poco profunda, para poder desenrollarlo. Ahí atrapado por la arena, estaba un hermoso medallón. Lo recogí, lo limpié, detuve mis pasos mientras examinaba el tesoro encontrado. En un lado tenía una cruz: Una cruz vieja, clásica de aspecto ortodoxo. El grabado al reverso cambió mi vida. Tenía impresos los símbolos de una trinidad. Una imagen, la de San Cristobal, la de San Judas Tadeo y finalmente, la de María, la figura central del medallón.

“Después de haber regalado su medalla, Soraya encontró otro medallón con la misma imagen de María. Soraya lo usaba con frecuencia y actualmente se encuentra aún en su caja de joyas personales.“

ECO DE SUS PENSAMIENTOS