Sin responderle , ella simplemente se levantó y se fue derecha hacia la puerta . Él agarró de mal humor la taza vacía y descubrió el botón desechado que ella había depositado en el fondo .
Eso era el colmo . Ella no era cliente habitual , y él podía pasarse muy bien sin aquellos visitantes esporádicos que le ocupaban las mesas sin hacer casi nada de gasto .
—¡ Ro …! — gritó él , pero sólo logró pronunciar la primera sílaba de la palabra « roñosa » antes de que los labios se le quedaran congelados .
Había bajado la vista a la mesa . Parpadeó y acercó la cara , pensando que la luz les jugaba una mala pasada a sus ojos . Allí , en la roja melanina , le devolvía la mirada una imagen sorprendentemente lograda y tan perfecta que parecía real .
Era una cara de unos diez centímetros , dibujada con una capa tras otra de café que se había secado , como si hubiera sido pintada al temple . Pero no era la perfección artística lo que lo había dejado helado , sino el hecho de que la cara tenía la boca abierta completamente en un grito desgarrador . Parpadeó . El dibujo era tan desconcertante e inesperado que durante varios segundos permaneció inmóvil , mirando la imagen . Le resultaba imposible asociar a la mujer de apariencia tranquila e insignificante que acababa de salir de la cafetería con aquel impactante retrato de la angustia . No le gustó en absoluto , y se apresuró a taparlo con la bayeta antes de borrarlo .
De nuevo en la calle , Sarah intentó no ir demasiado aprisa , porque aún le sobraba tiempo . Antes de llegar a Highfield , interrumpió su trayecto para buscar una habitación en una pensión . Había varias en la misma calle , pero eligió una al azar , una vieja casa adosada de la época victoriana . Así tenía que ser si quería seguir con vida . Nunca la misma dos veces . Nunca dos veces la misma . Pensaba que si caía en algún tipo de rutina o de patrón de comportamiento , los styx la capturarían de inmediato .
Dando un nombre y dirección falsos , pagó por adelantado y en efectivo por una sola noche . Cogió la llave que le tendió el recepcionista , un viejo arrugado de aliento acre y lacio pelo gris y , de camino a su cuarto , comprobó la situación de la salida de emergencia , y también tomó nota mental de una segunda puerta que supuso que llevaba al tejado . Por si acaso . Una vez en su cuarto , cerró la puerta con llave y la atrancó colocando una silla bajo la manilla . Después corrió las cortinas descoloridas
Sin responderle , ella simplemente se levantó y se fue derecha hacia la puerta . Él agarró de mal humor la taza vacía y descubrió el botón desechado que ella había depositado en el fondo .
Eso era el colmo . Ella no era cliente habitual , y él podía pasarse muy bien sin aquellos visitantes esporádicos que le ocupaban las mesas sin hacer casi nada de gasto .
—¡ Ro …! — gritó él , pero sólo logró pronunciar la primera sílaba de la palabra « roñosa » antes de que los labios se le quedaran congelados .
Había bajado la vista a la mesa . Parpadeó y acercó la cara , pensando que la luz les jugaba una mala pasada a sus ojos . Allí , en la roja melanina , le devolvía la mirada una imagen sorprendentemente lograda y tan perfecta que parecía real .
Era una cara de unos diez centímetros , dibujada con una capa tras otra de café que se había secado , como si hubiera sido pintada al temple . Pero no era la perfección artística lo que lo había dejado helado , sino el hecho de que la cara tenía la boca abierta completamente en un grito desgarrador . Parpadeó . El dibujo era tan desconcertante e inesperado que durante varios segundos permaneció inmóvil , mirando la imagen . Le resultaba imposible asociar a la mujer de apariencia tranquila e insignificante que acababa de salir de la cafetería con aquel impactante retrato de la angustia . No le gustó en absoluto , y se apresuró a taparlo con la bayeta antes de borrarlo .
De nuevo en la calle , Sarah intentó no ir demasiado aprisa , porque aún le sobraba tiempo . Antes de llegar a Highfield , interrumpió su trayecto para buscar una habitación en una pensión . Había varias en la misma calle , pero eligió una al azar , una vieja casa adosada de la época victoriana . Así tenía que ser si quería seguir con vida . Nunca la misma dos veces . Nunca dos veces la misma . Pensaba que si caía en algún tipo de rutina o de patrón de comportamiento , los styx la capturarían de inmediato .
Dando un nombre y dirección falsos , pagó por adelantado y en efectivo por una sola noche . Cogió la llave que le tendió el recepcionista , un viejo arrugado de aliento acre y lacio pelo gris y , de camino a su cuarto , comprobó la situación de la salida de emergencia , y también tomó nota mental de una segunda puerta que supuso que llevaba al tejado . Por si acaso . Una vez en su cuarto , cerró la puerta con llave y la atrancó colocando una silla bajo la manilla . Después corrió las cortinas descoloridas