Él no tenía la menor idea de quién era ella , ni de lo que ella era capaz de hacer . Se había jugado la vida sin saberlo . Sarah sintió ganas de matar y deseos de enseñarle una lección que no olvidaría . Tenía tantas ganas de hacer algo así que reprimirse le resultaba doloroso , pero no se podía permitir el lujo de hacer otra cosa , y menos en aquel momento .
— En otra ocasión , en otro momento … — murmuró ella mientras él seguía con sus andares insolentes , arrastrando por la acera sus zapatillas muy gastadas . No volvió la vista atrás , ignorando por completo que se había salvado por los pelos .
Por un momento ella siguió allí parada , sin moverse del sitio , recobrando la calma mientras vigilaba la calle mojada y el constante runrún de los coches que pasaban . Consultó el reloj . Era muy pronto : había caminado demasiado aprisa .
Le llamó la atención una conversación en voz alta mantenida en una lengua que no comprendía . Varias tiendas más abajo , dos trabajadores salían de una cafetería cuyos cristales empañados estaban iluminados por los tubos fluorescentes del interior . Sin pensarlo dos veces , se fue derecha allí y entró .
Pidió una taza de café y la pagó en la barra . A continuación , se la llevó hasta una mesa que había junto a los cristales . Sorbiendo el líquido ralo e insípido , se sacó del bolsillo la carta plegada y lentamente volvió a leer las frases escritas en aquella tosca letra . Seguía sin poder creerse lo que decía . ¿ Cómo iba a estar muerto Tam ? ¿ Cómo podía ocurrir algo así ? Por muy mal que fueran las cosas en aquel mundo de la Superficie , ella siempre había podido obtener consuelo en la idea de que su hermano vivía y estaba bien en la Colonia . La esperanza de que un día podría volver a verlo era como la titilante llama de una vela al final de un larguísimo túnel . Y ahora que estaba muerto , le habían robado hasta esa minúscula esperanza .
Dio la vuelta a la hoja , la leyó por el otro lado y la volvió a leer , moviendo la cabeza de un lado a otro en gesto de negación .
Tenía que haber un error en aquella carta . Joe Waites tenía que haberse engañado al escribirla . ¿ Cómo iba su propio hijo , Seth , su primogénito , el origen de su orgullo y de su alegría , haber traicionado a Tam entregándolo a los styx ? ¿ Que su propia sangre había asesinado a su hermano ? Y si eso era cierto , ¿ cómo podía haber llegado a cometer semejante acción ? ¿ Qué podía haberle incitado a hacerlo ? Pero en el último párrafo había otras noticias igual de impactantes . Leía los renglones una y otra vez , los renglones en que se explicaba cómo Seth había raptado a su hermano pequeño , Cal , obligándolo a irse con él .
Él no tenía la menor idea de quién era ella , ni de lo que ella era capaz de hacer . Se había jugado la vida sin saberlo . Sarah sintió ganas de matar y deseos de enseñarle una lección que no olvidaría . Tenía tantas ganas de hacer algo así que reprimirse le resultaba doloroso , pero no se podía permitir el lujo de hacer otra cosa , y menos en aquel momento .
— En otra ocasión , en otro momento … — murmuró ella mientras él seguía con sus andares insolentes , arrastrando por la acera sus zapatillas muy gastadas . No volvió la vista atrás , ignorando por completo que se había salvado por los pelos .
Por un momento ella siguió allí parada , sin moverse del sitio , recobrando la calma mientras vigilaba la calle mojada y el constante runrún de los coches que pasaban . Consultó el reloj . Era muy pronto : había caminado demasiado aprisa .
Le llamó la atención una conversación en voz alta mantenida en una lengua que no comprendía . Varias tiendas más abajo , dos trabajadores salían de una cafetería cuyos cristales empañados estaban iluminados por los tubos fluorescentes del interior . Sin pensarlo dos veces , se fue derecha allí y entró .
Pidió una taza de café y la pagó en la barra . A continuación , se la llevó hasta una mesa que había junto a los cristales . Sorbiendo el líquido ralo e insípido , se sacó del bolsillo la carta plegada y lentamente volvió a leer las frases escritas en aquella tosca letra . Seguía sin poder creerse lo que decía . ¿ Cómo iba a estar muerto Tam ? ¿ Cómo podía ocurrir algo así ? Por muy mal que fueran las cosas en aquel mundo de la Superficie , ella siempre había podido obtener consuelo en la idea de que su hermano vivía y estaba bien en la Colonia . La esperanza de que un día podría volver a verlo era como la titilante llama de una vela al final de un larguísimo túnel . Y ahora que estaba muerto , le habían robado hasta esa minúscula esperanza .
Dio la vuelta a la hoja , la leyó por el otro lado y la volvió a leer , moviendo la cabeza de un lado a otro en gesto de negación .
Tenía que haber un error en aquella carta . Joe Waites tenía que haberse engañado al escribirla . ¿ Cómo iba su propio hijo , Seth , su primogénito , el origen de su orgullo y de su alegría , haber traicionado a Tam entregándolo a los styx ? ¿ Que su propia sangre había asesinado a su hermano ? Y si eso era cierto , ¿ cómo podía haber llegado a cometer semejante acción ? ¿ Qué podía haberle incitado a hacerlo ? Pero en el último párrafo había otras noticias igual de impactantes . Leía los renglones una y otra vez , los renglones en que se explicaba cómo Seth había raptado a su hermano pequeño , Cal , obligándolo a irse con él .