muy pronto acabaron con toda la que había en las cajas rotas y se vieron obligados a
abrir otras nuevas.
Y el tren seguía rugiendo y haciendo su camino, hundiéndolos más y más bajo la
corteza de la Tierra. Will comprendió que era inútil intentar hablar con los otros, y en
vez de eso se acostó boca arriba, escudriñando el túnel. No dejaba de resultarle
fascinante observar cómo penetraba el tren por entre los distintos estratos. Se fijaba en
las diferentes capas de roca metamórfica que iban atravesando, y apuntaba como un
estudioso en su cuaderno todas sus observaciones, con letra tambaleante. Aquél sería
un informe geológico que acabaría con todos los informes geológicos del mundo.
Desde luego, dejaría reducidas a nada sus propias excavaciones en Highfield, donde
no había hecho más que arañar la corteza terrestre.
También observó que la pendiente del túnel variaba considerablemente. Había
tramos, que se prolongaban varios kilómetros, que estaban claramente hechos por la
mano del hombre, y en los cuales el tren descendía más suavemente. Después, con
mucha frecuencia, la vía se nivelaba al atravesar por cavernas naturales en las que
podían ver espeleotemas que formaban elevadas empalizadas. La verticalidad de estas
construcciones dejaba sin aliento a Will, que no podía apartarse de la cabeza su
aspecto de catedrales derretidas. Algunas estaban rodeadas de fosos de agua oscura
que llegaba hasta la misma vía. Después había tramos que parecían una montaña rusa
y que resultaban tan empinados que, si pillaban durmiendo a los chicos, los hacían
rodar y chocar unos con otros antes de que despertaran.
De repente sintieron un estruendo muy fuerte, como si el tren se hubiera salido de
la vía. En aquel momento los chicos se encontraban sentados, y se miraron
anonadados cuando vieron salir de lo alto agua a borbotones. Estaba caliente, y fue
inundando el vagón, empapándolos a los tres como si se hubieran metido bajo una
cascada. Empezaron a reírse y a agitar los brazos bajo los torrentes de agua hasta que,
tan de repente como había comenzado, el diluvio cesó y volvieron a quedarse en
silencio.
De ellos y del suelo del vagón se desprendió un poco de vapor, que fue
inmediatamente arrastrado por la estela del tren. Will había notado que aumentaba
claramente el calor conforme avanzaban en su camino. Esto había resultado al
principio apenas perceptible, pero después la temperatura había empezado a ascender
de forma alarmante.