Tuneles Roderick Gordon 2 Profundidades | Page 26

«¡Vamos, gallina, tienes que hacerlo!», se dijo, y entonces echó una carrera a toda velocidad para saltar a la pared del vagón en que se hallaba y aferrarse desde allí a la pared, mucho más alta, del siguiente vagón. Por un momento pensó que había calculado mal y estaba a punto de deslizarse y caer. Agarrándose con las manos lo mejor que podía, revolvió los pies hasta que encontró dónde colocarlos. Se felicitó a sí mismo, pero no tardó en darse cuenta de que no se encontraba en el mejor sitio posible para quedarse colgado: tanto un vagón como el otro se balanceaban violentamente y lo zarandeaban, amenazando con arrancarlo de su precaria posición. Y no se atrevía a mirar abajo, a los raíles que corrían a sus pies, por temor a perder los nervios. —¡Tengo que lograrlo! —gritó y, con toda la fuerza de sus piernas y brazos, trepó hasta arriba. Se deslizó por el lado interior del vagón y cayó hecho una bola. Lo había conseguido: estaba dentro. Al sacar la esfera de luz para echar a su alrededor un vistazo en condiciones, le decepcionó ver que el vagón parecía vacío, salvo por unos pequeños montones de carbón. Siguió adelante, y dio las gracias en silencio al descubrir las dos mochilas caídas al final del vagón. Las recogió. Con toda la precisión de que era capaz, arrojó primero una y luego otra al vagón contiguo. Al volver donde Chester y Cal, comprobó que seguían profundamente dormidos. Ni siquiera se habían dado cuenta de que habían caído por milagro dos mochilas junto a su escondite. Sabiendo lo débil que estaba Chester, decidió prepararle un bocadillo sin perder un instante. Cuando, después de zarandearlo enérgicamente, Will logró incorporar a Chester lo suficiente para que pud iera coger lo que le ofrecía, su amigo se lanzó sobre el bocadillo. Sonreía a Will entre un bocado y el siguiente, y devoraba el bocadillo acompañándolo con agua de una de las cantimploras. Después, sencillamente, volvió a quedarse dormido. Y así fue como ocuparon las horas siguientes: durmiendo y comiendo. Se preparaban extraños bocadillos de grueso pan blanco rellenos con secas tiras de cecina de rata y con repollo. Hasta se sirvieron las poco apetecibles tabletas de hongos (que constituían el alimento básico de los colonos, elaboradas con las setas gigantes a las que llamaban boletos edulis), que tomaban sobre gofres untados con una gruesa capa de mantequilla. Y para acabar cada uno de aquellos banquetes, comían tanta fruta que