Tuneles Roderick Gordon 2 Profundidades | Page 24

Después de tantos años viviendo como un fantasma , cambiándose de un trabajo a otro cada pocos meses y de vivienda con parecida regularidad , vivía entre los invisibles , los inmigrantes ilegales y los delincuentes de poca monta . Pero aunque ella era una especie de inmigrante , no era ninguna delincuente . Aparte de asumir diferentes identidades a lo largo de los años , no se le hubiera ocurrido quebrantar la ley de ninguna otra manera , ni aunque se viera desesperadamente necesitada de dinero . No : cualquier ilegalidad acarrearía el riesgo de ser arrestada y fichada . Y de esa forma , habría dejado un rastro por el que podrían encontrarla .
Porque los primeros treinta años de la vida de Sarah no habían sido exactamente lo que uno esperaría .
Sarah había nacido bajo tierra , en la Colonia . Su tatarabuelo , junto con varios centenares de hombres más , había sido elegido para trabajar en la ciudad oculta , jurando lealtad a sir Gabriel Martineau , el hombre al que consideraban su salvador .
Sir Gabriel les había asegurado a sus fieles seguidores que , en una fecha no especificada , el corrupto mundo de la Superficie sería barrido por un dios airado y vengativo . Todos cuantos habitaban allí arriba , los Seres de la Superficie , serían exterminados , y entonces su gente , la grey de los puros , regresaría a su legítimo hogar .
Y ahora Sarah temía lo mismo que temían sus descendientes : a los styx . Esta policía religiosa imponía el orden en la Colonia con eficiencia brutal e inquebrantable . Por increíble que pareciera , Sarah había logrado escapar de la Colonia , y los styx no se detendrían ante nada para capturarla y aplicarle un castigo ejemplar .
Entró en una plaza y la recorrió entera , comprobando que no la habían seguido . Antes de volver a la carretera principal , se escondió tras una camioneta aparcada .
La que salió un poco después de detrás de la camioneta era una persona de aspecto muy diferente . Le había dado la vuelta a la gabardina para transformar su tela de cuadros verdes en un gris triste , y se había atado al cuello un pañuelo negro transparente . Al recorrer la distancia que le quedaba hasta la estación del tren , esa ropa la hacía casi invisible contra las sucias fachadas de los edificios de oficinas y las tiendas por las que pasaba , como si fuera un camaleón humano .
Levantó la vista al oír los primeros sonidos del tren que se aproximaba . Sonrió : su cálculo del tiempo había sido perfecto .
Después de tantos años viviendo como un fantasma , cambiándose de un trabajo a otro cada pocos meses y de vivienda con parecida regularidad , vivía entre los invisibles , los inmigrantes ilegales y los delincuentes de poca monta . Pero aunque ella era una especie de inmigrante , no era ninguna delincuente . Aparte de asumir diferentes identidades a lo largo de los años , no se le hubiera ocurrido quebrantar la ley de ninguna otra manera , ni aunque se viera desesperadamente necesitada de dinero . No : cualquier ilegalidad acarrearía el riesgo de ser arrestada y fichada . Y de esa forma , habría dejado un rastro por el que podrían encontrarla .
Porque los primeros treinta años de la vida de Sarah no habían sido exactamente lo que uno esperaría .
Sarah había nacido bajo tierra , en la Colonia . Su tatarabuelo , junto con varios centenares de hombres más , había sido elegido para trabajar en la ciudad oculta , jurando lealtad a sir Gabriel Martineau , el hombre al que consideraban su salvador .
Sir Gabriel les había asegurado a sus fieles seguidores que , en una fecha no especificada , el corrupto mundo de la Superficie sería barrido por un dios airado y vengativo . Todos cuantos habitaban allí arriba , los Seres de la Superficie , serían exterminados , y entonces su gente , la grey de los puros , regresaría a su legítimo hogar .
Y ahora Sarah temía lo mismo que temían sus descendientes : a los styx . Esta policía religiosa imponía el orden en la Colonia con eficiencia brutal e inquebrantable . Por increíble que pareciera , Sarah había logrado escapar de la Colonia , y los styx no se detendrían ante nada para capturarla y aplicarle un castigo ejemplar .
Entró en una plaza y la recorrió entera , comprobando que no la habían seguido . Antes de volver a la carretera principal , se escondió tras una camioneta aparcada .
La que salió un poco después de detrás de la camioneta era una persona de aspecto muy diferente . Le había dado la vuelta a la gabardina para transformar su tela de cuadros verdes en un gris triste , y se había atado al cuello un pañuelo negro transparente . Al recorrer la distancia que le quedaba hasta la estación del tren , esa ropa la hacía casi invisible contra las sucias fachadas de los edificios de oficinas y las tiendas por las que pasaba , como si fuera un camaleón humano .
Levantó la vista al oír los primeros sonidos del tren que se aproximaba . Sonrió : su cálculo del tiempo había sido perfecto .