—¡Dios mío, vaya par de supervivientes! —dijo con voz normal para que ninguno
de los dos lo oyera por encima del fragor del tren. Pero cuando recordó el futuro que
les esperaba, se sintió como si un ratón le royera las entrañas.
Según todos los indicios, se dirigían a un lugar del que incluso los colonos
hablaban en voz baja, con respeto. Desde luego, para un colono era uno de los peores
castigos imaginables ser «desterrado» allí, a las tierras yermas.
Y los colonos eran una raza extraordinariamente dura, que durante siglos había
soportado las peores condiciones de vida en su mundo subterráneo. Así que, si era tan
terrible el lugar al que los llevaba el tren, ¿cómo se las iban a apañar ellos? No tenía
duda de que iba a ser una dura prueba para los tres. Y estaba claro también que ni su
amigo ni su hermano se encontraban en las mejores condiciones, justo en aquel
momento, para afrontar nuevos riesgos.
Flexionando el brazo y notando lo rígido que estaba, Will se metió la mano bajo la
chaqueta para palparse la herida que tenía en el hombro. Lo había atacado un perro,
uno de los feroces perros de presa empleados por los styx, y aunque Imago le había
curado las heridas, no se hallaba tampoco en perfectas condiciones. Sin pensar, dirigió
la mirada a las cajas de fruta fresca que los rodeaban. Al menos tendrían comida
suficiente para reponer fuerzas; pero, por lo demás, apenas se encontraban preparados
para nada.
Sentía una responsabilidad inmensa, como si le hubieran atado enormes pesas a
cada hombro y no tuviera modo de librarse de ellas. Había implicado a Chester y Cal
en aquella caza quimérica en busca de su padre, que ahora se hallaba en algún punto
de las tierras desconocidas a las que se acercaban en cada recodo de aquellos túneles
retorcidos. Eso en caso de que el doctor Burrows siguiera vivo… Will meneó la
cabeza.
¡No! No podía permitirse el lujo de albergar pensamientos negativos. Tenía que
seguir, con la esperanza de encontrar a su padre. Y después de dar con él se arreglaría,
tal como soñaba… Los cuatro (el doctor Burrows, Chester, Cal y él) trabajarían
juntos, como un solo hombre, y descubrirían cosas inimaginables y maravillosas…,
civilizaciones perdidas, tal vez nuevas formas de vida… Y después… después ¿qué?
No tenía ni la más remota idea.
No podía adivinar lo que sucedería. Por mucho que lo intentara, no podía saber
cómo resultaría todo. Lo único que sabía era que acabaría bien, y que la clave para
lograrlo era encontrar a su padre. Eso era lo que tenían que hacer.