Tuneles Roderick Gordon 2 Profundidades | Page 20

No pasó mucho tiempo antes de que resultara evidente que no podía seguir. Cayó a cuatro patas, y no pudo hacer otra cosa que seguir a su amigo en aquella postura, muy lentamente y con la cabeza gacha. Pero Will no iba a seguir como si tal cosa, dejando que Chester se las apañara como pudiera. Sin hacer caso de sus protestas, le pasó el brazo alrededor de la cintura y le ayudó a levantarse. Requería un enorme esfuerzo cargar con Chester en los cambios de vagón que quedaban, y Will tenía que ayudarle en cada centímetro del camino. Cualquier error podía hacer que uno de los dos, o ambos, acabara entre las enormes ruedas del tren. Will se sintió más aliviado de lo que hubiera podido explicar cuando vio que sólo les quedaba un vagón que cruzar, porque dudaba sinceramente de que pudiera seguir cargando con su amigo mucho más tiempo. Sujetando a Chester, ambos llegaron a la pared del último vagón y se agarraron a ella. Will respiró hondo varias veces, preparándose. Chester movía con debilidad sus extremidades, como si apenas tuviera control sobre ellas. Para entonces Will soportaba la totalidad de su peso, y apenas era capaz de moverse. La maniobra ya era bastante difícil de por sí, pero intentar llevarla a cabo con el equivalente a un gran saco de patatas bajo el brazo, resultaba excesivo. Will reunió todas las fuerzas que le quedaban para transportar a su amigo. Entre tensiones y gruñidos, lo lograron finalmente, y en el suelo del último vagón se dejaron caer. Resultaron bañados de inmediato por una luz intensa. Numerosas esferas de luz del tamaño de canicas grandes corrían sueltas por el suelo. Se habían salido de una endeble caja que había amortiguado la caída de Will sobre el vagón. Aunque ya se había metido unas cuantas en los bolsillos, sabía que tendría que hacer algo con el resto, porque lo último que podía permitirse era que alguno de los colonos que iban en el tren viera la luz y se acercara a echar un vistazo. Pero por el momento tenía las manos ocupadas, ayudando a su debilitado amigo a ponerse en pie. Con el brazo alrededor de Chester, Will dio patadas a algunas de las esferas que se cruzaban en su camino para no resbalar al pisarlas. Corrieron desordenadamente por el suelo, dejando tras de sí una estela luminosa y chocando con otras esferas a las que pusieron en movimiento, como si se hubiera puesto en marcha una reacción en cadena. Will respiró con esfuerzo, notando el agotamiento mientras cubrían la escasa distancia que les quedaba. Aunque hubiera perdido peso, Chester no resultaba en absoluto una carga ligera. Tropezando una y otra vez, envuelto en la intensa e inquieta