No pasó mucho tiempo antes de que resultara evidente que no podía seguir. Cayó
a cuatro patas, y no pudo hacer otra cosa que seguir a su amigo en aquella postura,
muy lentamente y con la cabeza gacha. Pero Will no iba a seguir como si tal cosa,
dejando que Chester se las apañara como pudiera. Sin hacer caso de sus protestas, le
pasó el brazo alrededor de la cintura y le ayudó a levantarse.
Requería un enorme esfuerzo cargar con Chester en los cambios de vagón que
quedaban, y Will tenía que ayudarle en cada centímetro del camino. Cualquier error
podía hacer que uno de los dos, o ambos, acabara entre las enormes ruedas del tren.
Will se sintió más aliviado de lo que hubiera podido explicar cuando vio que sólo
les quedaba un vagón que cruzar, porque dudaba sinceramente de que pudiera seguir
cargando con su amigo mucho más tiempo. Sujetando a Chester, ambos llegaron a la
pared del último vagón y se agarraron a ella.
Will respiró hondo varias veces, preparándose. Chester movía con debilidad sus
extremidades, como si apenas tuviera control sobre ellas. Para entonces Will soportaba
la totalidad de su peso, y apenas era capaz de moverse. La maniobra ya era bastante
difícil de por sí, pero intentar llevarla a cabo con el equivalente a un gran saco de
patatas bajo el brazo, resultaba excesivo. Will reunió todas las fuerzas que le quedaban
para transportar a su amigo. Entre tensiones y gruñidos, lo lograron finalmente, y en el
suelo del último vagón se dejaron caer.
Resultaron bañados de inmediato por una luz intensa. Numerosas esferas de luz
del tamaño de canicas grandes corrían sueltas por el suelo. Se habían salido de una
endeble caja que había amortiguado la caída de Will sobre el vagón. Aunque ya se
había metido unas cuantas en los bolsillos, sabía que tendría que hacer algo con el
resto, porque lo último que podía permitirse era que alguno de los colonos que iban
en el tren viera la luz y se acercara a echar un vistazo.
Pero por el momento tenía las manos ocupadas, ayudando a su debilitado amigo a
ponerse en pie. Con el brazo alrededor de Chester, Will dio patadas a algunas de las
esferas que se cruzaban en su camino para no resbalar al pisarlas. Corrieron
desordenadamente por el suelo, dejando tras de sí una estela luminosa y chocando con
otras esferas a las que pusieron en movimiento, como si se hubiera puesto en marcha
una reacción en cadena.
Will respiró con esfuerzo, notando el agotamiento mientras cubrían la escasa
distancia que les quedaba. Aunque hubiera perdido peso, Chester no resultaba en
absoluto una carga ligera. Tropezando una y otra vez, envuelto en la intensa e inquieta