Tuneles Roderick Gordon 2 Profundidades | Page 18

que había visto hasta aquel momento, la locomotora y cada uno de los vagones que arrastraba estaban construidos en una escala varias veces más grande que cualquier tren que hubiera visto en la Superficie. No le hacía ilusión pensar en el lugar en que su hermano lo esperaba. Llegar hasta allí no había sido hazaña pequeña. Will era consciente de que el más pequeño error al pasar de un vagón a otro podría haber supuesto caer a la vía, y con toda seguridad ser aplastado por las gigantescas ruedas que giraban, a veces desprendiendo chispas, sobre los gruesos raíles. Se le hacía duro pensar en ello. Tomó aire. —¿Listo para ir? —le gritó a Chester. Su amigo asintió con la cabeza y se irguió con movimientos inseguros. Aferrándose a la pared posterior del vagón, se aseguró frente al incesante balanceo del tren, mientras éste tomaba una serie de curvas en el interior del túnel. Iba vestido con la chaqueta corta y los gruesos pantalones que constituían el atuendo habitual en la Colonia, pero cuando la chaqueta se le abrió, lo que vio Will le dejó estupefacto. En el colegio, a Chester lo llamaban el Armario por su imponente corpulencia, pero, mirándolo ahora, parecía haberla perdido completamente. A menos que la luz lo engañara, Chester tenía la cara demacrada y su cuerpo había perdido gran parte de su masa. Lo más increíble es que, a los ojos de Will, tenía un aspecto de fragilidad. Will conocía bien las espantosas condiciones en que se vivía en el Calabozo, porque no mucho después de que él y Chester llegaran por primera vez al mundo subterráneo los había atrapado un policía de la Colonia y los había metido en una de las celdas oscuras y mal ventiladas de la prisión. Pero Will sólo había permanecido allí alrededor de dos semanas, en tanto que Chester había sufrido mucho más tiempo aquella terrible experiencia. Meses. Will se dio cuenta de la manera en que estaba observando a su amigo, y se apresuró a apartar la mirada de él. Se sentía culpable porque él era la causa de todo lo que Chester había tenido que soportar. El, y solo él, había arrastrado a su amigo a todo aquello, empujado por su carácter impulsivo y por la terca determinación de encontrar a su padre. Chester dijo algo, pero Will no entendió una palabra, estando como estaba examinándolo a la luz arrojada por la esfera que tenía en la mano mientras trataba de adivinar sus pensamientos. Tenía cada centímetro de la cara cubierto por una espesa capa de suciedad depositada por el humo sulfúreo al que se hallaban expuestos de