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—¡Entonces mañana no hay cole! —gritó Will a Chester en el Tren de los Mineros
que los alejaba de la Colonia y los hundía velozmente en las entrañas de la Tierra.
Se desternillaron de risa, pero la risa duró poco y enseguida se quedaron callados,
sintiéndose contentos de estar de nuevo juntos. Mientras la locomotora de vapor
avanzaba traqueteando por los raíles, los dos muchachos permanecieron inmóviles
sobre el suelo del enorme vagón descubierto en el que Will había encontrado a
Chester oculto bajo una lona.
Unos minutos después, Will levantó las rodillas y se frotó una de ellas, que le
había quedado dolorida después de tirarse a ciegas al tren, unos kilómetros antes. Al
verlo, Chester le dirigió una mirada interrogante, a la que Will respondió levantando el
pulgar y asintiendo con la cabeza para mostrar su entusiasmo.
—¿Cómo has llegado aquí? —gritó Chester tratando de hacerse oír por encima del
estrépito del tren.
—¡Cal y yo —respondió Will gritando igualmente, y señalando por encima del
hombro para indicar la parte de delante del tren, donde había dejado a su hermano.
Después señaló con un movimiento de la mano el techo lleno de centellas del túnel—
saltamos…! ¡Imago nos ayudó!
—¿Eh?
—¡Imago nos ayudó! —repitió Will.
—¿Imago? ¿Eso qué es? —gritó Chester aún más fuerte, poniéndose la mano en la
oreja.
—No importa —dijo Will moviendo exageradamente los labios y negando con la
cabeza, con la esperanza de que pudieran comunicarse leyéndose los labios. Sonrió a
su amigo y le gritó—: ¡Mola que estés bien!
Quería darle la impresión a Chester de que no había nada de lo que preocuparse,
aunque el futuro lo aterrorizaba. Se preguntaba si su amigo sabía que se dirigían a las
Profundidades, un lugar del que la gente de la Colonia hablaba con espanto.
Will volvió la cabeza para echar un vistazo a la pared del fondo del vagón. Por lo