encendió . El círculo de tenue luz le mostró que se hallaba en una cámara de unos quince metros cuadrados , que tenía un techo lo bastante alto para permitirle estar de pie . Miró a su alrededor observando las motas de polvo que flotaban perezosamente en el aire , y las telarañas , espesas como restos de un tapiz podrido , que engalanaban la parte superior de los muros .
Había sido construido por el tatarabuelo de Sarah el año antes de llevarse a su familia al mundo subterráneo para iniciar con ella una nueva vida en la Colonia . Maestro cantero de oficio , había utilizado toda su habilidad para conseguir ocultar la cámara dentro del ruinoso puente , utilizando a propósito un lugar situado a varios kilómetros de cualquier parte , y al que se llegaba por una senda agrícola apenas transitada . Por qué motivo se había tomado tanto trabajo , era algo que ni siquiera los padres de Sarah habían sido capaces de explicarle . Pero fuera cual fuera el propósito original , aquél era uno de los poquísimos lugares en que se sentía realmente a salvo . Podía no estar en lo cierto , pero el caso es que estaba segura de que nadie la encontraría allí jamás . Se quitó el pañuelo , se soltó el pelo y se relajó .
Sobre el suelo cubierto de arenilla , sus pies quebraron el silencio sepulcral al acercarse a la estrecha repisa de piedra que había en la pared opuesta a la entrada . A cada extremo de la repisa había un oxidado hierro vertical . Unas fundas de piel cubrían las puntas .
— Hágase la luz — dijo en voz baja . Alargó las manos y simultáneamente sacó ambas fundas para dejar libres dos esferas luminiscentes , sujetas sobre cada uno de los hierros por una garra herrumbrosa .
No más grandes que mandarinas , de cada una de las cristalinas esferas salió una misteriosa luz de color verde de tal intensidad que se vio forzada a taparse los ojos . Era como si su energía hubiera estado fortaleciéndose bajo las fundas de cuero y se desprendiera ahora a raudales en su recién recuperada libertad . Acarició con las yemas de los dedos una de las esferas , palpando su superficie fría como el hielo , y sintió un ligero estremecimiento , como si ese contacto estableciera algún tipo de conexión con la oculta ciudad donde tales esferas eran comunes . Cuánto dolor y sufrimiento había soportado bajo aquella misma luz . Posó la mano en la parte superior de la repisa , y la hundió en la gruesa capa de polvo que la cubría . Tal como esperaba , su mano encontró una pequeña bolsa de plástico . Sonrió , la levantó y la sacudió para desprenderle la suciedad . La bolsa estaba cerrada con un
encendió . El círculo de tenue luz le mostró que se hallaba en una cámara de unos quince metros cuadrados , que tenía un techo lo bastante alto para permitirle estar de pie . Miró a su alrededor observando las motas de polvo que flotaban perezosamente en el aire , y las telarañas , espesas como restos de un tapiz podrido , que engalanaban la parte superior de los muros .
Había sido construido por el tatarabuelo de Sarah el año antes de llevarse a su familia al mundo subterráneo para iniciar con ella una nueva vida en la Colonia . Maestro cantero de oficio , había utilizado toda su habilidad para conseguir ocultar la cámara dentro del ruinoso puente , utilizando a propósito un lugar situado a varios kilómetros de cualquier parte , y al que se llegaba por una senda agrícola apenas transitada . Por qué motivo se había tomado tanto trabajo , era algo que ni siquiera los padres de Sarah habían sido capaces de explicarle . Pero fuera cual fuera el propósito original , aquél era uno de los poquísimos lugares en que se sentía realmente a salvo . Podía no estar en lo cierto , pero el caso es que estaba segura de que nadie la encontraría allí jamás . Se quitó el pañuelo , se soltó el pelo y se relajó .
Sobre el suelo cubierto de arenilla , sus pies quebraron el silencio sepulcral al acercarse a la estrecha repisa de piedra que había en la pared opuesta a la entrada . A cada extremo de la repisa había un oxidado hierro vertical . Unas fundas de piel cubrían las puntas .
— Hágase la luz — dijo en voz baja . Alargó las manos y simultáneamente sacó ambas fundas para dejar libres dos esferas luminiscentes , sujetas sobre cada uno de los hierros por una garra herrumbrosa .
No más grandes que mandarinas , de cada una de las cristalinas esferas salió una misteriosa luz de color verde de tal intensidad que se vio forzada a taparse los ojos . Era como si su energía hubiera estado fortaleciéndose bajo las fundas de cuero y se desprendiera ahora a raudales en su recién recuperada libertad . Acarició con las yemas de los dedos una de las esferas , palpando su superficie fría como el hielo , y sintió un ligero estremecimiento , como si ese contacto estableciera algún tipo de conexión con la oculta ciudad donde tales esferas eran comunes . Cuánto dolor y sufrimiento había soportado bajo aquella misma luz . Posó la mano en la parte superior de la repisa , y la hundió en la gruesa capa de polvo que la cubría . Tal como esperaba , su mano encontró una pequeña bolsa de plástico . Sonrió , la levantó y la sacudió para desprenderle la suciedad . La bolsa estaba cerrada con un