Roderick Gordon- Brian Williams
Túneles
Cuando uno de ellos lo agarró por el pescuezo, Will soltó un grito. A continuación, más por accidente que por propia voluntad, Chester chocó contra el hombre. Con el impacto se le cayeron las gafas de sol, que dejaron al descubierto unas pupilas que brillaban con un resplandor demoníaco, como dos perlas negras bajo el ala del sombrero. Will aprovechó el desconcierto del hombre para escapar, repeliéndolo con ambas manos. Al hacerlo, el cuello de la chaqueta se le rasgó completamente. El hombre, distraído momentáneamente por el impacto de Chester, lanzó un gruñido tratando de cogerlo con el brazo. Soltando los restos del cuello de la chaqueta con los que se había quedado en la mano, arremetió con la intención de atraparlo.
Chester, aterrorizado, agachando la cabeza y sacando los hombros, y Will, medio cayéndose y medio dando vueltas como un derviche ebrio, consiguieron llegar a la puerta de Clarke ' s. Detrás de ellos iba el hombre del sombrero de fieltro, tambaleándose, que hizo un último intentó de atraparlos, pero al final desapareció.
El impulso de la carrera de Will y Chester hizo que ambos pasaran por la puerta a la vez, apretados entre las jambas, mientras la campanilla que anunciaba la entrada de los clientes se agitaba como un danzarín enloquecido.
Terminaron hechos un ovillo en el suelo de la tienda. Chester, comprendiendo lo que había que hacer, se giró y cerró la puerta de un golpe, manteniéndola cerrada con ambos pies.
—¡ Chicos, chicos, chicos!— gritó Clarke Júnior, tambaleándose peligrosamente en lo alto de una escalera a la que se había subido para colocar sobre el estante una serie de figuritas de paja—. Pero ¿ qué significa este jaleo? ¿ Tan nerviosos os ponen mis frutas exóticas?
— Eh... no exactamente— explicó Will tratando de recuperar el aliento mientras se levantaba del suelo e intentaba comportarse con naturalidad pese a que Chester estaba haciendo algo un tanto inexplicable: mantener la puerta cerrada con toda la fuerza de su hombro.
En ese momento, Clarke Mediano se alzó de detrás del mostrador como un periscopio humano.
—¿ Qué follón es éste?— preguntó con las manos llenas de papeles y recibos.
— Nada que deba preocuparte— le respondió Clarke Júnior con una sonrisa. No te distraigas de tu trabajo. Sólo es un par de granujas en busca de alguna fruta bastante especial, me imagino.
— Pues espero que no sean naranjitas chinas porque se nos han acabado— comentó con voz adusta el señor Clarke Mediano, volviendo a sus asuntos tras el mostrador.
— Entonces puede que busquen naranjitas chinas— dijo Clarke Júnior con su voz cantarina y riéndose, a lo que Mediano respondió desde su puesto con un gruñido—. No os preocupéis por él. Siempre se pone nervioso cuando se ocupa de la
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